El profesor Onésimo Díaz de la Universidad de Navarra ha realizado una profunda y documentada investigación para rescatar la memoria de Florentino Pérez Embid (Aracena, Huelva 1918-Madrid 1974), Catedrático de la universidad Complutense, escritor, Director General de Bellas Artes y político monárquico durante el franquismo.
Indudablemente, trabajar sobre esta materia es sumamente árido pues las convicciones políticas y culturales del biografiado está tan alejadas de nuestro tiempo y de la realidad democrática que vivimos que exige luchar denodadamente contra la enorme indiferencia que se cierne sobre aquellas personas y sus ideas.
Lo primero que hemos de destacar del biografiado es una sólida formación espiritual y humanística. Su fina sensibilidad, andaluza en general y sevillana en particular, comenzó con su andadura como profesor e investigador de historia del arte español y concluiría, ya como político, como Director General de Bellas Artes, en una de las etapas más felices y fecundas de su vida profesional. Ahí están los frutos: las murallas de Lugo o tantas cosas en Sevilla a la que llamaba: “mi paraíso terrenal” (121, 575).
Enseguida, hemos de referirnos al giro a la historia y, en concreto, a la “historia de los descubrimientos geográficos y geografía de América”, como se llamaba la cátedra que se creó para él en la Universidad Complutense y que ocupó hasta su muerte (110). Esta faceta de su vida es fruto de su encuentro con Vicente Rodríguez Casado, Catedrático de historia moderna y contemporánea de España, primero en Sevilla y después en la Complutense de Madrid y en la de Piura en Perú (44). Siempre volvería a la cátedra de la Universidad de verano de La Rábida o a las largas conversaciones con don Vicentón. También, su tesis sobre “la marina andaluza medieval”. Finalmente, llegarían los frutos en sus discípulos como Alberto de la Hera, Paulino Castañeda, Mariano Cuesta (586).
Muy pronto entablaría una amistad y sintonía cultural y científica con Rafael Calvo Serer y con él y otros muchos colegas implantaría un sinfín de empresas culturales “cada vez más sólidas” (121). Primero en la revista Arbor del CSIC de la que sería Secretario general, que desembocaría en el grupo Arbor que influyó notablemente en la cultura española y europea hasta 1953 cuando Calvo Serer cayó en desgracia por su oposición al régimen y su obediencia al rey Juan (179). La vida cultural de Florentino discurrió también desde la editorial Rialp (60) que alcanzó con sus colecciones de espiritualidad, de poesía, de humanismo y de cultura cristiana altas cotas de influencia.
Finalmente, el profesor Onésimo Diaz expone magistralmente la vida política de Florentino en el régimen, como director general de Propaganda, de Información y de Bellas Artes y su aparente “fracaso” porque nunca llegó a ser ministro (132, 460).
Florentino explicó muchas veces que sus actuaciones políticas, culturas y científicas fueron realizadas a título personal, en uso de su libertad y por tanto no achacables al Opus Dei del que fue miembro desde 1943 hasta su muerte e incluso colaboró en materias de formación en el Consejo General del Opus Dei de 1951 a 1956 (118).
José Carlos Martín de la Hoz
Onésimo Díaz, Florentino Pérez Embid. Una biografía (1918-1974), Rialp, Madrid 2023, 651 pp.