Prudencia y desconfianza

 

Desde hace muchos siglos, la duda cartesiana ha penetrado crudamente en los hechos y verdades científicas hasta constituir un nuevo método científico que se replantea a sí mismo y se exige un mayor rigor una y otra vez, eso sí, con tantos y tantos buenos resultados como ya ha dado y continuará dando acerca de la experimentación científica, buscando certezas para construir hipótesis y luego teorías etc., aunque a veces se le olvide no traspasar los límites de la dignidad de la persona humana.

Efectivamente, también desde hace muchos siglos, se ha ido comprobando que esa metodología no es aplicable a las ciencias del espíritu, tal y como nos lo recuerda en el trabajo del profesor Dewandeler que ahora deseamos presentar brevemente, quien lleva muchos años enseñando teología en centro Europa y, finalmente, está asentado en los Países Bajos.

Evidentemente, tenemos obligación de dudar, puesto que la soberbia humana estará presente hasta el final de nuestra vida y, por tanto, nos resulta muy fácil engañarnos y engañar a otros con falsas seguridades (15). Así pues, se entiende que los maestros de espiritualidad han caminado siempre por la senda de la virtud de la prudencia; “recta ratio agibilium” que decía Santo Tomás de Aquino y en cuyo arte resultó ser un maestro insuperado hasta el momento, el jesuita Baltasar Gracián (1601-1658) en su arte de la prudencia repetidamente reeditado desde el siglo XVII. De esa manera al antiguo alumno de los jesuitas, Descartes, se le coloca en su lugar mediante un arte, el de la prudencia, que es capital para toda la vida, desarrollado por el maestro Gracián.

Nuestro autor se ha decidido a explorar el camino de la desconfianza radical en uno mismo, como si el viejo maestro Echkart y su “fruto de la nada” que es la humildad, se convirtiera en un camino más transitable que el de Gracián. Desde luego a juzgar por lo que nos dice el autor, me quedo indudablemente con Gracián que al menos tiene mejor humor que Echkart y, por supuesto que Dewandeler.

El método planteado no creo que funcione, al menos, en el área mediterránea donde hemos aprendido de san Agustín a confiar en Dios, en los demás y en uno mismo, aunque a veces alguien te engañe, pues como decía san Josemaría “En la Iglesia todo se basa en la confianza”.

Dewandeler, como los mejores escépticos, sugiere “es una tarea útil la de intentar mostrar cómo la práctica de la duda bien podría convertirse -junto con la fe, la esperanza y la caridad- en la cuarta virtud teologal” (14). Pero no olvidemos que su catarsis comienza con esta radicalidad: “se trata de interrogarse continuamente, de cuestionar sin desfallecer jamás” (23).

Resulta de un gran interés el itinerario seguido tras Descartes de la filosofía de la religión, que nos describe brillantemente el autor con filósofos como Feurbach (1804-1872), Karl Marx (1818-1883), Freud (1856-1939) y Nietzsche (1844-1900), es decir: de la religión como inventarse a Dios a terminar con la muerte de Dios (32-38).

José Carlos Martín de la Hoz

Roger Dewandeler, Espiritualidad de la duda, ediciones Narcea, Madrid 2021, 130 pp.