Muchas veces a lo largo del Pontificado de Benedicto XVI, se ha abordado la cuestión capital de las relaciones fe y razón, en las que el Romano Pontífice a puesto mucho interés e ilusión.

De ahí la importancia con la que el profesor de metafísica Luis Romera, en su interesante ensayo sobre la inspiración cristiana de la educación, aborde la problemática, pero al revés; para hacer notar la ausencia de la razón en el debate cultural de nuestros días, pues la dictadura del relativismo ha dejado muy mermada a la razón humana para entrar con rigor en la cuestión.

En primer lugar, habla nuestro autor de secularidad y de secularismo y rompe una lanza a favor de una razón abierta a los valores del espíritu: “la virtud se asienta en una traducción operativa del discernimiento llevado a cabo por la inteligencia acerca de lo auténticamente humano” (62).

Esto que acabamos de señalar es muy importante, pues el profesor Romera estaba pensando al elaborar su discurso, en los muchos directivos y profesores de la “Institució Familiar d’Educació” de Cataluña que acababa de cumplir cincuenta años de trabajo incansable en Cataluña y en las Baleares.

Conviene, por tanto, subrayar con toda fuerza que armonizar fe y razón es clave en la educación, pues si no se la convierte en mero adoctrinamiento, en vez de enseñar a pensar, educar en virtudes y valores.

Evidentemente, como señala Romera, una parte de la posmodernidad ha “desenmascarado la utopía moderna del progreso indefinido gracias a una razón absoluta y ha vuelto a tomar conciencia de la finitud insuperable del hombre” (65).

Pero, también es verdad, que otra parte de la posmodernidad intenta, a través de la recuperación de la metafísica y del diálogo razón y fe abrirse a una razón abierta al espíritu.

En esa dirección, señala nuestro autor la importancia de la libertad, cuestión en la que hay un acuerdo bastante general, en su defensa, aprecio, revalorización: “actuar según convicciones y en virtud de decisiones personales, en lugar de dejarse conducir por instancias ajenas a uno mismo, se considera con razón una exigencia de la dignidad del hombre, en la que este se expresa, gracias a la cual puede crecer como persona y en función de la cual debe organizarse la sociedad” (66). Asimismo, clarificará la distinción y complementariedad de identidad y pluralismo (71).

Es muy importante la contundencia en esta batalla de la razón dialogando con la fe, pues como afirmaba Benedicto XVI: “prescindir de Dios en la vida pública y privada, enfocarla como si Dios no existiese, genera el secularismo” (71). Es más, añade: “hay que superar la pretensión de autosuficiencia que late en el proyecto de emancipación moderno y posmoderno, reconociendo la necesidad antropológica de la redención” (73).

José Carlos Martín de la Hoz

Luis Romera, La inspiración cristiana en el quehacer educativo. Indicaciones desde la filosofía, Rialp, Madrid 2020, 110 pp.