Desde el pasado 18 de febrero y hasta el 24 de mayo, se puede visitar la exposición Rembrandt y el retrato en Ámsterdam, 1590-1670, en la sede madrileña del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Una muestra que merece la pena, para poder admirar algunos cuadros y grabados de Rembrandt (Leiden, 1606-Ámsterdam, 1669), pero también para conocer a otros destacados retratistas, holandeses en su mayoría, cuando Ámsterdam era ya un gran centro comercial.

La exposición permite realizar un recorrido que comienza con los predecesores inmediatos del gran genio holandés, que influirán en él; sigue con los primeros retratos suyos, cuando se traslada a Ámsterdam en 1631, y con los de competidores, como Frans Hals, e imitadores como Bol, Flinck... Aquí se palpa ya el "movimiento" tan característico de los retratos del pintor de Leiden. La siguiente sección nos acerca a los cambios que se producirán a partir de 1640, etapa dura para  Rembrandt, en la que pinta menos y pocos retratos. Sin embargo, años más tarde, retomará el género con brío, aunque seguirá fiel a su "manera tosca", frente a los cambios de las nuevas generaciones de pintores, que también se muestran.

Los cuadros proceden de museos de Europa y de América e incluso de colecciones particulares y dan fe de una sociedad mercantilista, bien organizada, en la que el auge de la burguesía va marcando las pautas y las modas, lo que se refleja en el afán de perpetuarse a través del retrato, algo que parecía privilegio de monarcas, nobles y autoridades eclesiásticas, sobre todo. Junto a algunos retratos en grupo y de notables dimensiones de miembros de instituciones de la ciudad, hay otros más íntimos e incluso de escenas costumbristas o familiares. En esa evolución del retrato, también se aprecian las influencias de la pintura de otros países, como Italia y España.

Luis Ramoneda