Renovar el tomismo

 

Una de las claves de la historia de la Iglesia en la Edad Moderna y, por tanto, del desarrollo y aplicación del Concilio de Trento que produjo indudables frutos de santidad, espiritualidad y renovación de la teología en el mundo entero, tuvo lugar en Salamanca y en la llamada Escuela de Salamanca, con figuras tan emblemáticas como Francisco de Vitoria, Domingo de Soto y Melchor Cano, sin las cuales no se entendería la reforma de la Iglesia Católica del XVI.

La renovación del tomismo que llevaron a cabo aquellos grandes maestros, como posteriormente, lo continuaron Domingo Bañez, Luis de Molina y Francisco Suarez, fue leer directamente a santo Tomás, saltarse a Cayetano y sus comentarios.

De hecho, las universidades del XVI recuperaron las Quaestionis Disputatae y facilitaron que el alumno pudiera disputar con Santo Tomás, conocerlo, hacerlo avanzar y aplicarlo a las cuestiones nuevas que se iban planteando o replantear las soluciones aportadas por el Aquinate (130-131.

La historia de la teología católica muestra la importancia de los lugares teológicos y el uso de los argumentos de autoridad pero también lo importante de realizar una teología en sano equilibrio de fe y razón y, por supuesto, teniendo firme la dignidad de la persona humana, en una incesante búsqueda de la verdad (127).

El profesor Enrique González Fernández, de la Universidad Pontificia de San Dámaso, en el volumen que ahora presentamos, se hace ampliamente eco de algunas críticas que realizaron Ortega y Gasset y su discípulo Julián Marías (36) al tomismo, en concreto, y a la filosofía cristiana de su tiempo.

Precisamente, esos dos autores conocieron el tomismo renovado del siglo XX que había surgido cuando, tras la publicación de León XIII del documento “Aeterni Patris” del 4 de agosto de 1879, se había intentado en toda la Iglesia la renovación de la llamada filosofía perennis de santo Tomás que produjo figuras de la talla intelectual de Etienne Gilson, Jacques Maritain, Cornelio Fabro y tantos otros que renovaron y actualizaron al Aquinate en el siglo XII.

Indudablemente existen cuestiones importantes en las que el tomismo debe dar una respuesta renovada y nuestro autor ejemplifica, en las primeras páginas, algunos problemas que le parecen urgentes e ineludibles (37).

Pero en realidad, lo que más le preocupa a nuestro autor es encontrar una nueva metafísica que devuelva esplendor a la filosofía tomista y, consecuentemente, sirva de herramienta para una renovada teología.

Siguiendo a los últimos pontífices, nuestro autor sugiere caminar en la dirección del personalismo, pues el hombre como imagen de Dios Uno y Trino es a la vez puente de unión con la cultura y el pensamiento contemporáneo que valora y admira a la Iglesia como experta en humanidad y conocedora del hombre de hoy (69).

José Carlos Martín de la Hoz

Enrique González Fernández, Otra filosofía cristiana, ediciones Herder, Barcelona 2020, 435 pp.