Riccoeur y el problema del mal

 

El pensador francés, Paul Riccoeur (1913-2005), especialista en la filosofía de hermenéutica, con amplias que investigaciones en las universidades de Nanterre, La Sorbona y Chicago, pronunció una conferencia sobre el problema del en la Facultad de Teología de Lausana en 1985, que ha sido reeditada con un brillante prólogo del profesor Pierre Gisel (9-19).

Evidentemente, Ricoeur es perfectamente consciente del reto que plantea el enigma del mal tanto a la filosofía como a la teología y que no es fácil aportar ni nuevas ideas ni nuevas luces. En ese sentido, es lógico que no acerquemos con interés a ese magnífico texto 35 años después de haber sido y tras una pandemia que ha puesto el planeta paras arriba, como en siglos anteriores mostrando la fragilidad de nuestra civilización.

Evidentemente, Riccoeur arranca su conferencia, in recto, recordando el clásico enunciado del problema del mal “Dios es todopoderoso; Dios es absolutamente bueno; sin embargo, el mal existe”. Enseguida recuerda: “la tarea de pensar -sí, de pensar a Dios y de pensar el mal ante Dios- puede no agotarse con razonamientos que, como los nuestros, responden al principio de no contradicción y a nuestra tendencia a la totalización sistemática” (22).

Inmediatamente, desciende a diferenciar entre el mal físico y el mal moral, el pecado, que es verdaderamente el mal. Es importante esta distinción como la del pecado y la culpa, o la realidad del sufrimiento (25).

Para concluir acerca del sufrimiento Riccoeur aborda el estudio de la mitología y la propuesta pagana hasta llegar a las dos preguntas clave: ¿Hasta cuándo Señor? Y sobre toto: ¿Por qué a mí?” (32). Evidentemente, esas respuestas solo puede responderlas la revelación cristiana que plantea la relación criatura creador en términos de Padre Hijo, y por tanto establece una relación personal. Para legar aquí acude al libro de Job (33), al nuevo testamento y a las obras de san Agustín (40).

Seguidamente, abordará el tratamiento de la cuestión desde Descartes hasta nuestros días. Lógicamente, presentará la aportación de Leibniz: Dios no es el origen del mal: “la noción de mejor de los mundos posibles” (42). Enseguida aportará la desmesurada crítica kantiana que peca de pelagiana (45) y tratará extensamente la dialéctica hegeliana que requiere radicalidad en el mal para que la antítesis fuerza la síntesis frente a la pugna con la tesis (47).

Es interesante que en el tramo final de la historia se pregunte: “¿hay que renunciar a pensar el mal?” (52). Parece que según Barth “es necesario pensar una nada hostil a Dios” (53). De hecho, concluirá: “si creemos que, en Cristo, Dios ha vencido al mal, debemos creer también que el mal ya no puede aniquilarnos, ya no está permitido hablar de él como si todavía tuviera poder, como si la victoria fuera solamente futura” (54). La teología de la cruz es una invitación a unirnos a la redención (66), pues, en definitiva, el hombre ama a Dios por amor haciendo perder a Satanás su apuesta inicial (67).

José Carlos Martín de la Hoz

Paul Riccoeur, El mal. Un desafío a la filosofía y la teología, Amorrortu editores, Madrid 2019, 67 pp.