Durante muchos años y ojalá que perdure siempre, ha sido tradicional en Aragón celebrar la solemne fiesta de las primeras comuniones de los niños en el día de san Jorge, Patrono de Aragón.

Se trataba de una manera singular de grabar en el alma de aquellos niños y niñas, la importancia de la devoción a la Sagrada Eucaristía y el deseo de que, fortalecidos con la fuerza del Espíritu Santo, poder servir a Dios, a la Iglesia y a la sociedad.

Asimismo, a los ojos de un extraño, puede resultar llamativo que en la Prelatura del Opus Dei entre los recuerdos y tradiciones de familia relativos a la vida del fundador, se haya decidido conservar como fiesta de familia, el aniversario de la primera comunión de san Josemaría. Efectivamente, a alguien ajeno, le puede parecer que la primera comunión fuese un acontecimiento menor, cuando en realidad, no lo es en absoluto.

Precisamente, se conserva una meditación de san Josemaría, grabada primero y publicada después en el volumen “Es Cristo que pasa”, en la donde dirigiéndose al Sagrario, san Josemaría se giraba para mirar con dulzura y seguridad a la eucaristía y exclamaba con gran fuerza y viveza, como aquella primera vez del 23 de marzo de 1909: “Me sobran razones, esta es la explicación de mi vivir”.

Qué buen momento ahora, aprovechando la quietud y la paz de la oración, para que cada uno de nosotros traigamos al recuerdo, a la imaginación, el momento de nuestra primera Comunión. Seguramente, nos vendrá a la cabeza eso que dicen las madres santas a sus hijos: “Es el día más feliz de tu vida”.

Es muy importante la memoria para la vida cristiana. Si es clave el impacto diario del encuentro personal con Jesucristo en nuestro plan de vida, en el trabajo en la vida en casa, resulta capital que los acontecimientos dejen poso, rastro y que volvamos sobre ellos para sacar las lecciones para la vida.

El catecismo de la Iglesia católica, a donde debemos volver frecuentemente en nuestra oración, después de una conversación con una amiga, cuando deseamos profundizar más en algún aspecto de la fe, precisamente, al hablar de la Eucaristía la denomina “Sacramento de salvación” y añade una expresión muy gráfica: “confiere la gracia que significa” (n. 1127).

 Ahora se entiende mejor la afirmación de san Josemaría: la explicación de mi vivir, es decir, al comulgar nos llenamos verdaderamente de Dios, nos santificamos, nos deificamos, nos hacemos una cosa con Él, aunque sea por diez minutos. No existe un abrazo más intenso profundo y transformante que la comunión eucarística. Es más podríamos hacer un gesto al de al lado y decirle “sabes soy santo”.

Para que esta oración nuestra de hoy no se quede en el aire, ni sea solo afectos y palabras conmovedoras. Concretemos tres propósitos. El primero el de pedir al Espíritu Santo que ilumine a todos los cristianos para que comulguemos siempre con mucha piedad. Segundo el de ser más amigos de san Josemaría, conocer su vida y así poder imitarle en su amor a la Eucaristía. Finalmente, hagamos el propósito firme de acudir a la eucaristía bien preparados mediante la repetición diaria, frecuente, de la comunión espiritual.

José Carlos Martín de la Hoz.