San José de Costa Rica

 

En 1540 comenzó el primer impulso importante para el asentamiento de las tierras que actualmente conocemos por Costa Rica. Pues Inicialmente estaban incluidas en la amplia diócesis de Veragua que había sido creada en 1507, de este modo se empezaron a evangelizar a los naturales con unos pocos efectivos, tanto militar (pacificación de la tierra se decía) como religioso.

Como siempre, no fueron fáciles aquellos comienzos pues faltaban hasta los más elementales recursos, incluso en el momento delicado de la muerte, el Padre Juan Pérez Materano, sacerdote diocesano que se había hecho cargo de la atención de los primeros pobladores, cargaba sobre sus propios hombros literalmente al difunto, cavaba la tumba y recitaba las oraciones en sufragio por el muerto y luego echaba tierra encima.

Como afirmaba san Pablo, y está recogido en los Hechos de los Apóstoles, “per multas tribulationes oportet nos intrare in regnum Dei”: a través de muchas dificultades conviene que entremos en el Reino De Dios.

Indudablemente, desde el descubrimiento del mar del Sur por Vasco Núñez de Balboa en 1513, la región que terminaría siendo Costa Rica empezó a delimitarse con sus especiales condiciones naturales y espirituales en una zona que, en la actualidad, sigue siendo un motor en toda Centroamérica en tantos sentidos.

En cualquier caso, por lo que respecta a la incorporación a la fe  de los indígenas siempre se recordarían los muchos sufrimientos, tanto físicos como morales, la resistencia para aceptar la Fe, como la escasez de alimentos, los ataques de los indios y, en definitiva, la falta de fuerzas humanas y sobrenaturales con las que empezaron. Porque debían ser grandes los frutos, habían de cavarse hondos y profundos los cimientos. En esto, como en tantas cosas, se cumple a la letra las palabras de san Josemaria,  tantas veces repetidas, que la cruz es la señal de las verdaderas obras De Dios.

Basta un paseo por el San José colonial, la catedral, la plaza mayor, el centro comercial, los. Museos y antiguas parroquias, palacios y conventos para descubrir, dentro de la pujanza de un pueblo emprendedor, las dos influencias actuales fundamentales  en esta tierra: por una parte, las raíces de la España del siglo de Oro, de la mística y de las letras castellanas e indudablemente la significativa influencia actual de la cultura yankee que se nota hasta en los carteles para ordenar el tráfico rodado y no solo en las tiendas de comida rápida y en los títulos de las películas de moda.

A la vez, todo el espacio natural, las lagunas, volcanes, ríos, la exuberante vegetación, sus playas y bosques convierten a Costa Rica en un destino turístico de gran atractivo y, por tanto, explican las enormes colas en la aduana para pasar pasaportes de Europa, Estados  unidos y mil lugares del mundo  entero.

Costó mucho pacificar la tierra pues eran bravos los naturales y, sobre todo, porque desde el principio hubo las desagradables divisiones internas entre los Cristianos que tanto escandalizaban a los indígenas que solían unir lo cristiano con lo español y donde deseaban ver la predicación del clero reflejada en la vida y en la conducta de aquellos españoles de a pie y no solo de los gobernadores.

Fueron fallando los diversos intentos de pacificación, con la muerte de los “adelantados”, de los predicadores y de los Cristianos de a pie que debían llevar el peso de la culturizarían de los neófitos en la Fe. Los documentos conservados van anotando las propuestas, los nombramientos, las crónicas y los informes. Con una precisión jurídica y con un espíritu encomiable veremos pasar los años y los nombres para concluir finalmente en la maravillosa realidad actual, porque la evangelización y la historia del desarrollo no termina nunca.

Jose Carlos Martín de la Hoz

Gustavo González Villanueva, Los primeros Cristianos de la Audiencia de los Confines (1542-1563): ediciones Promesa, San José de Costa Rica, 2009, 344 pp.