San Josemaría y la formación de la juventud

 

La reciente edición del segundo volumen de cartas de san Josemaría ofrece, entre otros textos iluminadores del Fundador del Opus Dei, uno dedicado a la formación de la juventud, que vale la pena leer con detenimiento para aprender lecciones valiosas.

En primer lugar, recuerda san Josemaría, en 1942, las condiciones que hay que crear en los centros de formación para la juventud de modo que sean un remanso de paz y de serenidad donde la formación cale con hondura y profundidad y sea eficaz toda la vida: “un remanso de trabajo generoso y de paz, aun en medio de todos los apasionamientos nacionales e internacionales” (n.1).

En efecto, si se leen los testimonios de los estudiantes y jóvenes profesionales que acudían en los años treinta a la residencia de estudiantes DYA, en la calle Ferraz 35, se observa ese comentario unánime; un lugar de estudio, de formación lleno de alegría, de buen humor de sentido cristiano, incluso en febrero de 1936 cuando en la calle todavía sonaba el estruendo de la victoria del Frente Popular en las elecciones de esos días.

Inmediatamente, subraya san Josemaría en este escrito y en tantos otros de la época y hasta el final de su vida, la importancia del trato personal de la dedicación de tiempo a orientar la vida espiritual, humana, cristiana y profesional de cada uno de aquellos jóvenes. Indudablemente se impartían cursos de formación en pequeños grupos, había meditaciones y pláticas en el Oratorio, clases de materias profesionales, conferencias de temas de actualidad pero, sobre todo, había conversaciones  personales con san Josemaría y con los que ayudaban a san Josemaría en la formación de esos estudiantes.

Unas conversaciones personales en las que, respetando la libertad de cada uno de aquellos jóvenes, se les enseñaba a ser “almas de oración”, es decir, a ser personas que en su trato personal con Dios huían del anonimato, buscaban la conversión personal al amor de Dios y al amor a las almas, descubrían orientaciones para realizar con perfección humana y sobrenatural la tarea profesional que cada uno llevaba entre manos responsablemente.

Subrayaba desde el comienzo del Opus Dei su fundador en inculcar un gran sentido de responsabilidad en el estudio o trabajo y en la santificación en los deberos ordinarios del cristiano: “fomentamos en los corazones jóvenes las virtudes humanas, que son base necesaria para cultivar las virtudes sobrenaturales. Y aprenden a vivir una característica muy peculiar del espíritu de la Obra: comprender a todos, disculpar, convivir” (4). Indudablemente, los frutos de ese modo de actuar por inspiración del Espíritu Santo no tardaron en llegar: frecuencia de sacramentos, sólida formación doctrinal y apostólica “aprenden a ser almas de oración, a vivir en presencia de Dios en medio de los quehaceres ordinarios de cada día, a dar sentido cristiano a su trabajo –intelectual o manual- y a tener espíritu de sacrificio” (5). La consecuencia, según comentaban aquellos jóvenes en 1975, cuando redactaron sus recuerdos al fallecer san Josemaría, era que les había ayudado a superar “un barniz endeble de pietismo” (29).

José Carlos Martín de la Hoz

Josemaría Escrivá de Balaguer, Cartas (II), edición preparada por Luis Cano, ediciones Rialp, Madrid 2022, 250 pp.