San Josemaría y la juventud

 

En la tarde del 12 de octubre de 1972, tuve la suerte de estar un buen rato con san Josemaría y desde entonces he recordado muchas veces esos hechos y acontecimientos y, me parece de interés compartirlo seguidamente bajo el título de san Josemaría y la juventud.

Hay un recuerdo que tengo muy claro de ese día y de otras veces que estuve con él y lo resumiría así: se estaba muy a gusto con san Josemaría, como se está a gusto con las personas que viven lo que dicen, que son naturales y normales, pues los hombres y, mucho más los jóvenes, huimos de lo artificial y de lo postizo.

La segunda impresión que tuve en los ratos que pasé con él fue la de que confiaba en ti, que estabas en confianza como un hijo con su padre, que la Obra que Dios le había encomendado la colocaba directamente sobre nosotros, sus hijos, con la seguridad de que lo haríamos muy bien. Es decir, el Fundador del Opus Dei como el papa Francisco confiaba en los jóvenes porque nos quería y porque deseaba que tomáramos el relevo en esta batalla de paz y de amor.

 Inmediatamente, conmueve recordar cómo hablaba de Jesucristo, con qué calor y con qué fuerza. Por eso me impactó mucho durante la beatificación de san Josemaría cuando el papa Juan Pablo II dijo de él que era un hombre “fascinado por Jesucristo”. Ahí se puede resumir toda la cuestión.

Un día de enero de 1932 en el asilo Porta Coeli san Josemaría impartió el primer círculo o clase de san Rafael a los tres primeros chicos y después se fue a la capilla del Santísimo con ellos y les impartió la bendición. Siempre recordaba que Dios le hizo ver a 3, 30, 300, 3000, 300.000, y, además, que no formarían asociación ninguna, sino que serían parte de una familia: la familia de los apóstoles de Dios en el mundo.

Al día siguiente de la beatificación de san Josemaría, Fundador del Opus Dei, el 18 de mayo de 1992, en el aeropuerto de “Ciampino”, entre una inmensa multitud de gente localicé al doctor Juan Jiménez Vargas uno de aquellos tres que fueron al primer círculo y le pregunté lo que había experimentado aquella mañana al ver aquella inmensa multitud de personas. Entonces me contestó algo muy profundo: “pues normal”.

Efectivamente, para quien ha convivido con el Fundador del Opus Dei, quien ha leído Camino, quien ha rezado una estampa o ha ido a una meditación en un centro del Opus Dei, quien ha hecho “clic”, es decir quien ha descubierto que el Opus Dei es de Dios y que el cielo está empeñado en que la obra se realice, entonces aquello es de Dios.

Es claro que nuestra vocación es de cielo y por tanto se trata de vivir el cielo en la tierra, por tanto, lo que se trata es de enamorarse de Jesucristo en la vida ordinaria y extender esa locura a otros muchos hasta el final de los tiempos.

Quien ha descubierto el amor total de Jesucristo por cada una de sus criaturas, y se sabe objeto de esa predilección, ya no puedes pretender ser feliz fuera de esa relación esencial: es decir que, aunque Dios le llamara a formar una familia se trataría de fundamentar todo amor humano en el amor divino.

José Carlos Martín de la Hoz