Santa Hildegarda de Bingen



El
pasado jueves 10 de mayo el Papa Benedicto XVI extendió a la Iglesia universal el culto
litúrgico en honor a santa Hildegarda de Bingen (1098-1179). Se trata de un
caso típico de "canonización equivalente".


Esta
figura canónica formulada ya por Benedicto XIV, es utilizada por el Santo Padre
para, mediante un Decreto, convertir la devoción consolidada y extendida
durante siglos de un Siervo de Dios en culto público. Es decir el Papa extiende
preceptivamente a toda la
Iglesia el culto de un Siervo de Dios que no ha sido
canonizado todavía, a través de la inserción de su fiesta, con misa y oficio,
en el Calendario de la Iglesia
universal.


Se
trata, por tanto, de una sentencia definitiva del Papa sobre la santidad de
esta sierva de Dios, que desde esa fecha es introducida en el catálogo de los
santos como modelo e intercesora para el pueblo cristiano.


Recordemos
que en el Pontificado de Benedicto XIV fueron introducidos en el catálogo de
los santos, mediante esta forma de canonización, por ejemplo, los santos
Romualdo (canonizado 439 años después de su muerte), Norberto, Bruno, Pedro
Nolasco, Ramón Nonato, Juan de Mata, Félix de Valois, la reina Margarita de
Escocia, el rey Esteban I de Hungría, el rey Wenceslao I de Bohemia y el Papa
Gregorio VII.


Precisamente
Santa Hildegarda fue objeto de una película estrenada en España en 2009
con gran éxito. Este acto del Papa pone
de actualidad a una de las mujeres más influyentes del siglo XII. Santa
Hildegarda fue Abadesa de varios conventos de benedictinas y contribuyó desde su
intensa vida de oración a la renovación de la Iglesia en la Edad Media,
especialmente de la orden benedictina. Su vida estuvo relacionada con el Papa
Eugenio III, San Bernardo de Claraval, el emperador
Federico Barbarroja, obispos etc. Sus
escritos influyeron en las reformas del Concilio de Letrán de 1147.


Desde
muy joven se incorporó al Monasterio de Disibodenberg,
bajo la dirección de Jutta de Sponheim
(+ 1136), allí vivió 35 años. A la muerte de Jutta
fue elegida abadesa del Monasterio.


Fue
consejera espiritual, escritora, médico especialista en medicina natural
(p.135), y sobre todo: madre para todas sus monjas. Dios formó en ella una mujer
fuerte para restaurar las vidas espirituales y espolear las conciencias. En su
vida espiritual se identifico con Jesucristo y le entregó todo, hasta los lazos
de fraternidad. Como le escribía a Hartwig el arzobispo de Bremen: "No
tenemos derecho a retener a nadie a nuestro lado. El amor no se impone, se
ofrece" (p.112). Siempre vivió con el deseo de mejorar su oración (p.269).


Santa
Hildegarda tenía una gran confianza en Dios y en el hombre, por eso se apenaba
ante los hombres que se encerraban en lo material, en la pobre felicidad del
egoísmo: "Quien no desea saber nada más de Dios, pone fin al sentido de su
vida" (p.211).


Esta
es una gran noticia para toda la
Iglesia que, mediante este modelo y su intercesión, podrá crecer
en fidelidad al mensaje cristiano.


 


 


José Carlos Martín de la Hoz


 


Christian FELDMANN, Santa Hildegarda de Bingen. Una vida entre
la genialidad y la fe
, ed. Herder, Barcelona 2009, 359 pp.