El próximo domingo, 7 de septiembre, serán llevados a los altares dos jóvenes italianos. Pier Giorgio Frassati (Turín 1901-1925), y Carlo Acutis (Londres 1991-Monza 2006). Especialmente Acutis, por ser más cercano en el tiempo, ha tenido una influencia importante en muchos jóvenes y en muchas familias. Al fin y al cabo, estamos más acostumbrados a conocer santos de más edad, religiosos, sacerdotes, etc.
También, en relación con estas noticias, se habla mucho de otro joven con fama de santidad: Pedro Ballester. De padres españoles, nació en Londres, conoció el Opus Dei y pidió la admisión como numerario. Después de tres años de enfermedad, falleció el 13 de enero de 2018, a punto de terminar su carrera de ingeniero. A su funeral acudieron unas 500 personas y hubo 40 sacerdotes concelebrando. En 2023 la diócesis de Manchester decidió abrir su causa de beatificación.
Seguramente, al pensar en estos tres casos tan relevantes, muchos padres pueden preguntarse qué hay que hacer para que sus hijos crezcan santos. Si leemos las historias de estos tres jóvenes se nos pueden ocurrir algunas ideas de cómo hacer para que los jóvenes crezcan santos, en una sociedad tan materialista y lejana de la vida cristiana. Es una grave responsabilidad y un reto difícil, pero ayuda a pensar en qué estamos haciendo, en el día a día, en la formación de los hijos.
¿Queremos que nuestros hijos sean santos? Seguramente nos hemos planteado pocas veces algo así, pero puede ser conveniente hacer esa reflexión. ¿Te gustaría que fueran unos viciosos? ¿Te daría igual que fueran unos vagos? ¿Tienes la impresión de que no rezan casi nada? Sería bueno reflexionar con frecuencia sobre lo que es bueno o malo en sus vidas. Seguramente lo sabemos, pero quizá falta fortaleza para empeñarnos.
A veces el principal problema es que los padres no están en casa. Hay mucho trabajo, hay que dedicar muchas horas para conseguir el dinero suficiente para tantos gastos, los colegios y el mantenimiento normal, sobre todo cuando hay familia numerosa. Entonces el peligro es estar poco con los hijos. Es un equilibrio complicado. Quizá compensa vivir más modestamente pero estar más cercanos.
El ambiente de piedad es fundamental en el crecimiento de los hijos. La importancia que se da a la misa del domingo, el hecho de que en casa se reza: el Ángelus, el rosario, al acostarse. Las imágenes del crucificado, de la Virgen, de los ángeles. Que vayan aprendiendo, según crecen, lo que supone hacer oración, sobre todo porque lo ven en los padres. No móviles hasta cierta edad, televisión la justa, que lean mucho…
No consentir que los hijos sean unos caprichosos. Estar atentos a las amistades. No estar fuera de casa hasta las tantas… Son muchas cosas que suponen una dedicación, por lo tanto, una gran generosidad por parte de los padres, porque en muchas ocasiones no podrán hacer lo que les apetece ya que tienen que dedicar tiempo a los hijos. Es generosidad y es una grave responsabilidad.
¿Qué queremos, que estén contentos ahora a base de caprichos y consentimientos o que se formen en virtudes y sean verdaderamente felices? ¡Que sean santos!
Ángel Cabrero Ugarte