Sarah y la historia reciente de la Iglesia

1. Cuando en 1978 fue elegido papa Karol Wojtyla, la Iglesia se sintió arrastrada por la honda espiritualidad y vitalidad del Pontífice. Junto a él, el cardenal Ratzinger se ocupó de serenar las aguas de la llamada rebelión de los teólogos, Küng, Boff y otros más. Tuvimos la impresión de que el orden episcopal se estaba renovando con figuras de alta significación religiosa e intelectual, y si es cierto que los seminarios se vaciaban, veíamos la importancia que estaban alcanzando los llamados nuevos movimientos en la Iglesia y la cantidad de sacerdotes que ordenaban, de forma que se podía pensar que lo que se perdía por una parte se ganaba por otra.

Aunque la sociedad estaba enormemente materializada, los jóvenes acudían a escuchar a Juan Pablo II (hoy san Juan Pablo II) y, por doquier, se celebraban sínodos diocesanos para revitalizar Diócesis y parroquias. Oíamos que la Iglesia se estaba consolidando en el Tercer Mundo y Dios regalaba a su Iglesia santos de la categoría de la Madre Teresa de Calcuta y sus Misioneras de la Caridad, para servir a los pobres.

Después de un largo Pontificado falleció Juan Pablo II y le sucedió el cardenal Ratzinger, Benedicto XVI, que continuó en la misma línea. Todo parecía marchar bien, pero el diablo contraatacó:

a) Habíamos tenido noticias de que en los Estados Unidos, algunos sacerdotes habían abusado sexualmente de niños y que no habían sido apartados del ministerio, sino que se habían silenciado. Juan Pablo II dijo: “No hay lugar en la Iglesia para los que molestan a los niños”. Su sucesor, Benedicto XVI, suspendió al fundador de los Legionarios de Cristo, el sacerdote mejicano Marcial Maciel, por sus aventuras sexuales; pero se habían roto las barreras y comenzaron a denunciarse casos en Irlanda, Francia o Alemania, unos antiguos y otros más recientes.

b) Se sabía que las cuentas del Vaticano no estaban claras; los organismos dependientes de la Santa Sede cuentan con varios miles de empleados a los que hay que pagar, a ello hay que sumar las actividades de tipo caritativo o solidario y los gastos de representación de la Santa Sede ante Estados y organismos internacionales. Donde se mueve una cantidad importante de dinero siempre existe la tentación de darle un uso rentable, pero dudoso.

El escándalo afloró con la quiebra del Banco Ambrosiano de Milán, que contaba con un cierto respaldo del Instituto para las Obras de la Religión, el IOR o banco vaticano; Juan Pablo II tuvo que autorizar un desembolso importante a favor de los acreedores del Ambrosiano: “No es justo -dijo el Papa-, pero es necesario” (posiblemente trataba de impedir que la Santa Sede se viera enredada en una serie interminable de pleitos). El autor del desaguisado había sido el Arzobispo Marzinkus, responsable del IOR, que dirigía la Institución de una forma personalista y posiblemente ingenua; el Vaticano tuvo que ponerle a salvo de los requerimientos de la Justicia y se formó una comisión de cardenales para vigilar las finanzas vaticanas, aunque no era su papel ni probablemente estaban preparados; por eso, durante el pontificado de Benedicto XVI, se ensayó la contratación de un asesor externo, laico, con esa función de control, pero lo único que éste llegó a descubrir fue que, además del IOR, existían en el Vaticano otros organismos con sus propios presupuestos y fuentes de financiación que era imposible auditar, por lo cual presentó su renuncia.

c) En las congregaciones de cardenales previas a la elección de Benedicto XVI, se había solicitado una reforma de la Curia vaticana de forma que estuviese al servicio de las Diócesis y no al revés. Benedicto formó una comisión que elaborara un informe sobre la Curia, pero una vez que lo tuvo en sus manos, el Papa -que ya contaba ochenta y seis años- se sintió impotente para implementar la reforma y renunció al Pontificado. Al parecer, el informe apreciaba en la Curia individualismo, enemistades y carrierismo, el deseo de ascender en el escalafón eclesiástico con olvido de su misión espiritual y de servicio. El sucesor de Benedicto, el papa Francisco, se mostró dispuesto a llevar a cabo la reforma, pero aún transcurrirían nueve años hasta que vio la luz la Constitución Apostólica Praedicate Evangelium, que suponía una reforma radical de la Curia vaticana.

2. El cardenal africano Robert Sarah había sido designado por Francisco Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la disciplina de los Sacramentos. Sarah había recibido la vocación sacerdotal en una aldea apartada de Guinea-Conakry atendida por misioneros franceses; cursó los estudios eclesiásticos en Camerún, Guinea, Francia y Senegal, ya que en su país la Iglesia pasaba por dificultades a causa de un dictador marxista, Seku Turé. Fue ordenado sacerdote en 1969 y cursó las licenciaturas de Teología en Francia y de Sagradas Escrituras en Jerusalén. De vuelta en Guinea, ejerció como párroco y rector del Seminario menor, y en 1979 fue consagrado Arzobispo de Conakry. En su autobiografía, Sarah relata como tuvo que convivir con Seku Turé el cual en un principio le toleró, después ordenó confinarlo y parece ser que finalmente había dado la orden de eliminarlo. Sarah abandonó Guinea en 2001 y se estableció en Roma, donde trabajó para distintos Dicasterios, Congregaciones y Comisiones Pontificias hasta que en 2014 fue designado Prefecto de la Congregación para el Culto Divino. Con todo lo anterior se quiere decir que el cardenal Sarah, probablemente, tenía más formación espiritual, teológica y pastoral que cualquier otro prelado en la Curia.

Desde su puesto en la Congregación, el Cardenal publicó un libro autobiográfico con el título de Dios o nada (Palabra, 2015). En éste criticaba, entre otras cosas, la negligencia y falta de espiritualidad de una parte del clero. En 2017 publicó La fuerza del silencio (Palabra, 2017), y en 2019 Se hace tarde y anochece (Palabra, 2019).

En este último libro, Sarah ya no habla sólo de crisis del clero sino también del Magisterio y se dirige a sus hermanos Obispos. En la Introducción leemos: “No debo seguir callando. Día tras día recibo de todas partes llamadas de socorro de quienes ya no saben qué creer. Día tras día recibo en Roma a sacerdotes descorazonados y heridos. La Iglesia vive una noche oscura. Está envuelta y cegada por el misterio de la iniquidad” (pág.9). Habían transcurrido treinta y cinco años desde que Juan Pablo II fue elegido y pensábamos que habían desaparecido las dificultades en la Iglesia y ahora Sarah escribía que había quienes "ya no saben qué creer" ¿qué podía haber pasado?

3. En ese mismo año 2019 se puso en marcha el llamado Sínodo de Alemania, en el que los Obispos del país y una cantidad reducida de sacerdotes y laicos iban a plantear las causas de la pederastia en el clero y sus posibles soluciones. Este Sínodo ha terminado en 2023, aprobando medidas rupturistas referidas al celibato de los sacerdotes, la pastoral de los homosexuales e incluso se ha planteado el sacerdocio femenino. Algunos Obispos se han mostrado contrarios a esas conclusiones, pero los promotores de la Asamblea han anunciado que las van a implementar en sus diócesis con permiso de Roma o sin él; pretenden que las mismas medidas se extiendan a otros países y hay Obispos no alemanes que están de acuerdo. Se teme un cisma de la Iglesia en Alemania y algunos prelados han solicitado que se sancione a los Obispos disidentes, pero la auténtica duda reside en saber cuál es la opinión de Francisco, ya que éste ha pedido una Iglesia inclusiva que no rechace a nadie.

El papa Francisco ha publicado Encíclicas y cartas de un gran valor, pero las medidas de gobierno -sea quien sea el que las haya adoptado- son radicales. Benedicto XVI había declarado en 2007 que la liturgia latina anterior al Concilio no había sido nunca formalmente prohibida, que tiene grandes valores litúrgicos y espirituales por lo que se podía solicitar su uso. No consta que hubiera una avalancha de solicitudes para celebrar la Eucaristía en latín, pero en julio de 2021, la Santa Sede la prohibió, determinando que sólo puede ser autorizada por la Sede romana. Al parecer se temía y se teme un florecimiento en la Iglesia de corrientes lefebristas contrarias al Concilio. Aparte de que una disposición meramente prohibitiva nunca es elegante ¿puede un Papa adoptar una decisión contraria a la que ha adoptado su predecesor pocos años antes? Y si es así ¿es prudente?

En 1982, por la constitución Apostólica Ut sit, Juan Pablo II había erigido el Opus Dei como Prelatura personal dependiente de la Congregación para los Obispos y consagrado Obispos a los sucesores de Escrivá de Balaguer (hoy san Josemaría Escrivá), primero a Álvaro del Portillo (hoy el Beato Álvaro) y después a don Javier Echevarría. El sucesor de Echevarría al frente de la Prelatura, don Fernando Ocáriz, no ha sido consagrado Obispo, al contrario, en 2022 se ha hecho público el Motu Proprio Ad charismam tuendum (“Para preservar el carisma”) por el que se dispone que el Prelado del Opus Dei no sea Obispo, se adscribe la Prelatura a la Congregación para el Clero, recomienda que el Prelado ejerza sobre el clero que tiene incardinado un gobierno carismático (referido a la espiritualidad propia de la Institución) no jerárquico, y ordena la modificación de los Estatutos aprobados por Juan Pablo II. Al no pertenecer al Opus Dei no puedo entrar en la cuestión acerca de si esta medida es acertada o no, pero supone un cambio radical y causa perplejidad, ¿es una medida lógica o más bien un castigo? Lo que había dispuesto un Pontífice a solicitud de sus destinatarios ¿puede ser echado al olvido? La adopción de medidas radicales es causa de incomodidad e invita a actuar del mismo modo.

En los últimos años de su vida, el fundador de la Obra había denunciado que se actuaba con una sospechosa lenidad hacia los díscolos y rebeldes, en tanto que, los que trataban de mantener en sus vidas la fe y las tradiciones católicas eran objeto de sospecha y censura; cuando pensábamos que aquella situación ya había sido superada nos encontramos de nuevo en la misma tesitura; San Josemaría concluía que “Dios no pierde batallas” y el cardenal Sarah hace el mismo acto de fe en su libro; sin embargo, la confusión de unos, el sufrimiento de otros y el peligro para la unidad de la Iglesia es una realidad y un duro castigo para todos.

Sarah, Robert, Dios o nada, Palabra, 2015
Sarah, Robert, Se hace tarde y anochece, Palabra, 2019

Juan Ignacio Encabo Balbín
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