Shakespeare y el cristianismo

 

En la obra del gran autor, literato y editor del siglo XX, el sacerdote belga Charles Moeller (1912-1986), autor de la renombrada obra “Literatura del siglo XX y cristianismo”, sobre la sabiduría griega y la paradoja cristiana que acaba de reeditar ediciones Encuentro, hay un cúmulo impresionante de cuestiones que merecerían sobradamente nuestra atención.

Desearía ahora centrarme, aunque sea brevemente, en el cristianismo como fuente poderosa de inspiración de los grandes dramas del mejor autor inglés de todos los tiempos que fue William Shakespeare, pues como decía Moeller: “conste que hablo adrede de hipótesis cristiana; no tengo en cuenta la opinión que considera a Shakespeare un católico romano: personalmente, opino que esta tesis está muy cerca de la verdad. Pero como es discutida, me limitaré al elemento cristiano, en que el terreno es más sólido” (184).

El cristianismo, verdaderamente, en la obra de Shakespeare atraviesa por verdaderos eclipses en algunas de sus obras, es decir el condimento es ciertamente de corte clásico sin referencias explícitas, para reaparecer inmediatamente después, pues como explica cálidamente nuestro autor: “Estos eclipses, profundos, pues proceden del período pesimista de Shakespeare, no hacen más que resaltar más cabalmente la inspiración cristiana de otras escenas” (184).

Es indudable que Shakespeare como nadir supo conectar con su público y con el europeo, pues tenían todos las mismas raíces cristianas de fondo en la vida de los pueblos, en sus desgracias y dichas, en sus valores tradicionales, pues que eran cristianos de raíces, de convicciones y de profundo corazón, y sobre todo en aquellos tiempos en los que se imponían ideas de fuera sobre una tradición inveterada de cristianismo; santos escritores, monjes y cristianismo capilar hasta el último rincón de la campiña inglesa  o de otros pagos (185).

De hecho, para hablar del sufrimiento en la obra de Shakespeare, lo más práctico es, en primer lugar, regresar al pesimismo del inglés, que por tener raíces muy profundas era, sin duda, verdaderamente serio: “Por el contrario, la paradoja desaparece, transfigurada por las bienaventuranzas, cuando el grado dramaturgo se abandona a la influencia cristiana” (186).

Inmediatamente, hay que recordar también, con toda la fuerza de la dramaturgia que tan bien domina nuestro autor, en la grandeza de aquellas escenas en las que los valores cristianismo son presentados como transfiguradores del llamado “rostro de los infortunios” (186).

Finalmente, señala una verdad muy consoladora y es que “los crímenes de los humildes son casi siempre faltas de flaqueza, rara vez pecados contra el espíritu. Además el castigo es desproporcionado a la falta” (188).

José Carlos Martin de la Hoz

Charles Moeller, Sabiduría griega y paradoja cristiana, ediciones Encuentro, Madrid 2020, 300 pp.