El profesor Giacomo Canobbio de la Facultad de Teología de la Italia Septentrional, edita en castellano en ediciones Sígueme, un conjunto de conferencias sobre el alma pronunciadas en 2007, durante un curso de actualización para profesores de teología dogmática organizado por la Asociación teológica italiana.

El sentido de aquella intervención, y de la publicación que ahora presentamos, podría resumirse como un intento de: “la hermenéutica de la teología del alma” (10). Estamos, por tanto, ante algo más grande que una simple “relectura del alma”, es decir, una presentación renovada y actualizada de la temática del alma, desde la inmortalidad y la espiritualidad.

Nuestro autor arranca su disertación con la afirmación clave de santo Tomás de Aquino “La ciencia que trata del alma es certísima en el sentido de que cada uno experimenta en sí mismo que tiene alma y de que los actos del alma le son interiores; pero conocer qué es el alma resulta dificilísimo” (De veritate 10, 8, ad8).

A partir de esta provocadora tesis descenderá a enunciar las dos cuestiones profundas sobre las que volverá a lo largo de su trabajo: “El término alma, consagrado por el uso de la Sagrada Escritura y de la tradición, sigue siendo útil para indicar el yo humano que sobrevive y subsiste después de la muerte” (14).

Enseguida nos recordará con textos tomados de Stocker que para los científicos el alma no tendría apenas sentido, puesto que parece “el alma en sí parece que carece de interés. Esta actitud revela el peso con que la hipoteca del cientifismo materialista grava todavía la evolución de las ideas” (18).

Esto podría carecer de interés práctico para el hombre de hoy, a no ser que se caiga en la cuenta de que la fundamentación de la “antropología cristiana radica en que el hombre es imagen y semejanza de Dios” (22). En efecto, el nuevo naturalismo, basándose en el estudio del cerebro, pretende conocer la peculiaridad de la persona humana sin recurrir al espíritu o a su principio vital de otra naturaleza” (23).

Nuestro autor volverá a la teología bíblica buscando una antropología clara y distinta, pero lógicamente no será concluyente, pues es precisamente la teología y el magisterio quienes han ido expresando el sentido de la revelación en cada momento de la historia a partir de la Escritura y la Tradición (44).

Finalmente, desarrollará la reflexión de santo Tomas era clave: “salvaguardar la originalidad de cada hombre, que es imagen y semejanza de Dios, como alguien intermedio entre el mundo material y espiritual” (CG II, 68). Es decir, “el hombre es un compuesto de alma y cuerpo” (Suma, I, q.75, a.4). El alma, para el Aquinate, el alma sería la forma subsistente (60). A lo que hay que añadir que el Concilio de Vienne (1312) y Lateranense V (1513) definieron la inmortalidad del alma recordaron que el hombre esencialmente es relación con Dios (119).

José Carlos Martín de la Hoz

Giacomo Canobbio, Sobre el alma. Mas allá de mente y cerebro, ediciones Sígueme, Salamanca 2010,  125 pp.