Sobre metarrelatos y otras mentiras

 

Los grandes relatos son construcciones teóricas que ofrecen explicaciones simplificadas de acontecimientos históricos mucho más complejos, y las insertan eficazmente en la cultura popular. Son memoria con carga dramática aunque no historia real. Después los escritores y periodistas, políticos las utilizan a su favor por un tiempo, según el historiador Jaume Aurell[1].

Algunos ejemplos muestran la vigencia de estos grandes relatos populares con un débil apoyo en la realidad de los hechos. Así:  la construcción de una nación a través de la guerra de la Independencia; la reconstrucción de la España imperial por el franquismo; el gran relato de la República y la Guerra Civil como imagen de las dos Españas irreconciliables en un discurso maniqueísta y reduccionista de buenos y malos.

El historiador Aurell estudia en este caso un metarrelato sobre el Opus Dei que lo ha presentado durante décadas como una organización a la conquista poder político, económico y cultural, aun con la buena intención de mantener los valores cristianos desde la Guerra Civil. Se articula ese gran relato en varios periodos:

1.El Opus Dei en el contexto del catolicismo español de la posguerra (1940-1944). Se difunde la suspicacia ante la novedad que supone esta institución de la Iglesia cuando no es tachada de extender la herejía de abaratar la santidad y de quitar vocaciones a las órdenes religiosas. Aparecen los recelos de las congregaciones marianas señalando a los primeros jóvenes universitarios que siguieron a José María Escrivá, se difundes malentendidos e interpretaciones y delaciones que alertan a familias católicas. Seguirá el hostigamiento de la Falange Española cuando los grupos que ayudaron a franco empiezan las luchas por alcanzar mayor cuota de poder.

2. El Opus Dei en el contexto de la evolución política del primer franquismo (1942-1956). Se extiende el relato del asalto de esa institución a las cátedras, cuando realidad sólo fueron 23 los miembros del Opus Dei en un total de 179 durante ese período. Pero se ve que la realidad no cuenta mucho para los metarrelatos populares. Avanzan las pugnas entre falangistas y tradicionalistas ante la configuración del nuevo Estado, con la idea de identificar el catolicismo con lo español. No se nombra al Opus Dei en estas pugnas aunque sí se hacen referencia a las conversaciones y catas privadas.

3. Los tecnócratas y presentación del Opus Dei como grupo de poder (1957-1966). Después de las cátedras suponen ahora que algunos ministros de Franco siguen indicaciones del Opus Dei para levantar a España. Sin embargo, tampoco corresponde con la realidad: algunos ministros nombrados por Franco lo son por su capacidad profesional y fama de honradez como buenos cristianos. Son los llamados tecnócratas, con cierto tono despectivo, cuando en realidad ha sido independientes con ganas de ayudar al país a salir adelante modernizando la administración del Estado y otras estructuras. De nuevo los hechos desmienten al gran relato pues de los 166 ministros designados por Franco en once gobiernos solamente 8 de ellos pertenecían al Opus Dei y procedían de ámbitos profesionales y políticos distintos, desde falangistas a tradicionalistas o simplemente profesionales de prestigio. El Fundador del Opus Dei tuvo que insistir repetidas veces en la libertad de sus miembros para participar en la política como cualquier ciudadano o cristiano coherente con la fe. Y sobre todo en los fines exclusivamente espirituales de esta institución.

4. Finalmente la culminación, globalización y crisis del gran relato (1967-1977). Aunque fuera decayendo el relato del Opus Dei como fuerza política y económica más que como institución de fines espirituales, algunas publicaciones levantaron de nuevo el bulo sobre el poder de esta institución de la Iglesia universal. Alguno de esos autores, como el francés Jean Bécarud reconoció treinta años después su error y que se guardaría de emitir el menor juicio moral sobre el Opus Dei.

En conclusión, el mito del Opus Dei se ha modificado y evolucionado tratando de adaptarse al sentir popular, que lo ha presentado unas veces como excesivamente novedoso y peligroso para la Iglesia de España y otras como semasiado conservador por su apoyo a las enseñanzas de la Jerarquía eclesiástica. Son críticas poco racionales y aun contradictorias: el mismo José María Escrivá recordaba que le tildaron de masón, de monárquico, de antimonárquico, de falangista, de carlista y de anticarlista. De modo que el gran relato contiene contradicciones y fácilmente evoluciona como mito e incluso como error y mentira.

Los metarrelatos se retroalimentan a sí mismos, aunque manteniendo la hostilidad hacia algo que no pueden comprender en sus esquemas mentales, o no quieren aceptar al verlo como competidor o incluso enemigo. Hoy día la historiografía internacional contribuye a la desaparición de ese gran relato. La expansión de por tantos países en circunstancias ideológicas y situaciones políticas sólo es posible si sus miembros tienen conciencia de su libertad y si las autoridades del Opus Dei la respetan plenamente, concluye Jaume Aurell. Para esos expertos, ese tipo de relato es una mentira de laboratorio, y un gran relato es una gran mentira de laboratorio.

Jesús Ortiz López

[1] Jaume Aurell, La formación de un gran relato sobre el Opus Dei. Studia et Documenta, vol 6, 2012, p. 235-294.