Susanna Tamaro y la escritura

En Querida Mathilda, Susanna Tamaro dedica algunas páginas a tratar acerca de la escritura. Podemos o no estar de acuerdo con sus apreciaciones, pero es una autora conocida y algunas de sus obras han tenido un gran éxito. Comienza previniendo acerca del uso de los adjetivos; afirma que son peligrosos y que hay que evitarlos; diablillos -los llama- que buscan introducirse en el texto y que favorecen la vanidad del escritor: "Son fáciles, bellos, a menudo incluso originales -y pregunta- ¿por qué negarnos a ellos?" (pág.71), su respuesta es que dan al texto una belleza superficial, aparente.

La autora recomienda buscar la belleza interior del texto, transmitir imágenes que el lector pueda hacer suyas: "Las escenas del relato ante todo han de ser vistas; la emoción se transmite a través de la mirada, no del pensamiento" (pág.72). Por ejemplo, si el autor nos habla de "una pobre anciana" está imponiendo al lector su punto de vista sobre el personaje, pero si explica que es "una mujer de edad avanzada, que vive con su pensión de trescientos euros al mes", permite al lector formarse su propia idea.

Algunas metáforas y comparaciones dan calidad literaria a un texto, pero la autora busca priorizar la idea sobre la forma: palabras precisas, frases escuetas y ordenadas e ideas creíbles, ya que el uso de tópicos, frases hechas y juicios de valor resta credibilidad a un texto. En consecuencia la prosa de Susanna Tamaro es muy clara en cuanto a las ideas, pero no es elegante. Quizás en ello está su su éxito, en ser creíble y elaborar personajes y escenas que el lector pueda entender y con los que sienta identificado: "Si hubiera abandonado el sufrimiento -escribe- pensando que para escribir son suficientes la fantasía y un puñado de palabras, habría ofrecido a mis lectores una envoltura vacía" (pág.168).

"Antes que aprender a escribir es necesario saber resumir" -afirma- "(...) hasta alcanzar la esencia misma del relato"; algo parecido a aquella frase según la cual "para escribir bien hay que tachar". A menudo el escritor se deja llevar por el entusiasmo y se prodiga en explicaciones e ideas repetitivas y prescindibles. La solución está en tachar, en adelgazar el texto hasta dejar sólo lo necesario para que sea comprendido. También es bueno eliminar al máximo las referencias personales a aquel que escribe; objetivar el texto para que sean las ideas y los personajes los que se expliquen por sí mismos.

Susanna Tamaro, Querida Mathilda, Seix Barral, 1998.
Susanna Tamaro, Donde el corazón te lleve, Seix Barral, 1994.

Juan Ignacio Encabo