Quizás una de las obras más emblemáticas del filósofo y pensador danés Soren Kierkegaard (1813-1855), sea su interesante trabajo titulado “Temor y temblor”, en el que se detiene nuestro autor a analizar con todo detalle la tremenda escena del Antiguo Testamento en la que se narra el sacrificio de Isaac (Gen 22, 2) y, especialmente el drama interior (15).

En efecto, se trata de la desconcertante y radical petición de Dios a Abraham para que éste sacrifique a su único hijo. Enseguida, se detiene Abraham, a aprestarse a realizar, fruto de su fe un sacrificio del que, finalmente, terminará por ser sustituido Isaac por un carnero y, sobre todo, por la renovación de las infinitas promesas de Dios acerca del pueblo de los escogidos; los patriarcas que, en definitiva, somos todos los cristianos como continuadores del pueblo de Israel. Es clave descubrir el modo de hacer oración tan frio de Kierkegaard (49).

Es interesante, que nuestro autor, como protestante, se detenga a explicar la impresionante fuerza de la fe, recibida del mismo Dios, con la que Abraham se apresta a celebrar ese sacrificio, pedido por Dios como prueba de la verdad de sus creencias y la realidad de su sometimiento libre a la voluntad de Dios. Es decir, estamos ante un caballero de la fe (168).

Asimismo, es también interesante que no haga referencia al sacrificio de la Misa cuando Dios Padre entrega a su Hijo por los pecados de los hombres en un sacrificio redentor de amor infinito. También que no recuerde que con este mandamiento y, sobre todo, con la retirada a tiempo quedan abolidos por Dios los sacrificios humanos y, pronto, lo serán los de los animales, en pocos años, para que el único y verdadero sacrificio de la Nueva ley sea el sacrificio de la Misa.

Así pues, la obra de Kierkegaard como la de Nietzsche van destinadas a golpear y sacudir la conciencia de la fe de los cristianos contemporáneos, pero no son provocadores de la conversión pues no rezan, ni ofrecen ejemplo de identificación de amor con Jesucristo. Es decir, buscan remover al pueblo cristiano y a sus pastores a ser coherente con la fe que tienen, pero sin convertir las relaciones personales de identificación con el Redentor en relaciones cultuales, humanas, sociológicas.

Asimismo, no se hace ninguna referencia al candente tema de actualidad de nuestros días, es decir; sobre violencia y hecho religioso, lo que nos ha llevado a los historiadores a profundizar en la Revelación divina, para remarcar que el título de Cristo como príncipe de la paz es el más adecuado.

Kierkegaard golpea a su vez a Hegel a quien se atreve a combatir como un David frente a Goliat, en una pelea desigual. Pero le golpea certeramente hasta derrumbarlo, cuando muestra crudamente que en Hegel no hay libertad, ni amor, ni dignidad de la persona concreta, sino un espíritu que fluye y transforma; un panteísmo espinociano más, pero nada más (190).

José Carlos Martín de la Hoz

Soren Kierkegaard, Temor y temblor, Alianza editorial, Madrid 2016, 239 pp.