Periódicamente, conviene releer a los grandes teólogos del siglo XX cuya teología influyó en la gran riqueza doctrinal para la Iglesia que, a pesar del tiempo transcurrido, siguen siendo las Constituciones y Decretos del Concilio Vaticano II.

Precisamente estos días he vuelto a releer una de esas obras, en concreto la del dominico Ives Maria Congar (1904-1995), quien fue llamado por san Juan XXIII para trabajar como perito del Concilio Vaticano II, junto a Ratzinger y Henri De Lubac. Fue especialista en teología ecuménica y en la teología del laicado. Miembro de la Comisión teológica Internacional

El libro al que vamos a referirnos ahora, El misterio del templo, publicado en 1958 y editado en castellano por ediciones Estela, que ha tenido desgraciadamente pocas ediciones en castellano, como puede comprobarse en el catálogo de la Biblioteca Nacional. El trabajo, es un maravilloso ejemplo de lo que es un escrito sobre teología bíblica auténtica, redactado por un gran maestro de la exégesis, de la historia y de la teología, como se puede comprobar en el desarrollo del mismo. El origen del libro está en "Jalones para una teología del laicado" donde el propio autor decía que: "lo esencial del plan de Dios y el lugar que en él ocupan los fieles, podría formularse excelentemente en términos de un templo construido con piedras vivas" (p.9).

Está organizado en dos partes, unas conclusiones y unos importantes anexos. La primera la denomina la presencia de Dios en el Antiguo Testamento, y seguirá en esquema de patriarcas, jueces, reyes y profetas. La  segunda, se denomina "el templo o la presencia de Dios en los tiempos recientes: Jesús y la Iglesia.

En la primera parte, relata como cuando se construía el templo de Salomón: "Era como la santidad de Dios establecida en medio de su pueblo" (69) y añadía: "Se aúnan una palabra trascedente de Dios y una plena inmanencia de ese mismo Dios en una historia plenamente humana" (71). Poco después, explicando el tránsito, recordaba que Jesús acudía al templo en la grandes solemnidades religiosas –Pascua, Pentecostés, Tabernáculos, Dedicación- y se presentaba públicamente realizando en su persona la realidad religiosa que se celebraba: «Si alguno tiene sed, venga a mí y beba» (Io 7,37)" (161).

En seguida añadirá que "El cuerpo de Cristo no será el verdadero santuario sino pasando por la muerte y resurrección" (162), tal y cómo había anunciado: "destruid este templo y en tres días lo levantaré" (Io 2,19). Así pues Dios inhabitará en el alma de los cristianos como en su templo (1 Cor, 3, 16) , Piedras vivas (1 Pet 2,4-10), antes de que llegue la Nueva Jerusalén que desciende, como afirma el apocalipsis " unos cielos nuevos y una tierra nueva" (Ap, 3,12): Es conmovedor que "Los apóstoles, como afirmaba san Hipólito en su liturgia de la consagración de un obispo, haciendo alusión al hecho de Pentecostés, han construido la Iglesia en el lugar que Dios tenía su templo" (176).

José Carlos Martín de la Hoz

Congar, El misterio del templo, publicado en 1958 y editado en castellano por ediciones Estela, Barcelona 1967, 343 pp.