Trabajo, sentido y desarrollo

 

La catedrática de filosofía de la Universidad de Navarra, Ana Marta González, nos ofrece en este trabajo un interesante punto de vista acerca del mundo laboral profesional centrado no tanto en la especulación filosófica sino más bien en el sentido y desarrollo del mismo: “la bondad del trabajo está en el sentido no en el placer” (71).

El índice y los principales epígrafes del trabajo, muestran inmediatamente un enfoque particularmente histórico, aunque sin descuidar la necesaria hondura especulación filosófica y antropológica especialmente al referirse a “las inflexiones de la cultura moderna”.

Desde la introducción, nuestra autora se ha preocupado en recordar que tantas veces el trabajo parecía querer proporcionar al hombre el grado necesario de la maduración de su personalidad, mucho más allá, por tanto, de la adquisición de los medios necesarios para la propia subsistencia (16).

Seguidamente, mostrará como a lo largo de la historia muchos hombres y mujeres han puesto sus esperanzas e ilusiones en el quehacer profesional o laboral, quizás al estilo de lo que expresaba Tomás Moro en su célebre utopía, pero desgraciadamente parece que solo algunos han alcanzado el proyecto de disfrutar con el trabajo y muchos han perdido su puesto de trabajo con la llegada de la inteligencia artificial.

El desarrollo del trabajo en su mayor parte se centrará en los aspectos sociológicos del quehacer profesional: “la lucha por la vida” (80). Lógicamente, abordará la organización del trabajo, el mundo empresarial, los problemas de la falta de empleo y puestos de trabajo, la índole profesional y competitiva de la tarea profesional, incluso el progreso y la alienación (106) y, finalmente, la alienación marxista (124).

La conclusión es contundente: el trabajo sigue siendo un camino por descubrir para muchos hombres y mujeres, capaz de encender e ilusionar a todos los hombres de todas las razas, culturas y talentos y religiones pues, sencillamente, el trabajo puede muy bien ser el proyecto divino y humano que realizamos con Dios en esta vida al extraer juntos los talentos recibidos y llevarlos juntos a su desarrollo. Como afirmará Torelló: “ningún trabajo, por duro que sea, debe ser simplemente soportado” (242).

Efectivamente, el proyecto divino y humano del trabajo podría concretarse muy bien en las atrevidas palabras que utiliza san Josemaría Escrivá de Balaguer en su conocido texto “amar al mundo apasionadamente”, pronunciado en el campus de la navarrensis: “materialismo cristiano” (257). Lo que completará con “el trabajo como vector humano del desarrollo” (301).

La cuestión podría haber terminado del siguiente modo: a base de vivir con Jesucristo en la vida diaria y experimentar la compañía de Dios, el cristiano lograría multiplicar los talentos y gozar de la confianza de Dios en la santificación del trabajo en la globalización (325).

Indudablemente, la llamada a la santidad podría ir más allá, es decir, experimentar lo que denomina el catecismo de la Iglesia Católica: la llamada universal a la contemplación. Vivir en Jesucristo. Esa es la meta: anticipar el cielo en la tierra, como afirmaba san Pablo a los Gálatas: “Ya no soy yo el que vive, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 4, 20).

José Carlos Martín de la Hoz

Ana Marta González, Trabajo, sentido y desarrollo. Inflexiones de la cultura moderna, Dykinson, Madrid 2023, 366 pp.