Traducciones de las Sagradas Escrituras

Estoy leyendo un libro y encuentro la siguiente cita del evangelio de San Juan: "Nosotros amamos [a Dios] porque Él nos amó primero" (1 Jn 4,19). Se trata de una proposición explicativa, causal, sobre porqué amamos a nuestro Creador y Señor. Yo, sin embargo, recordaba otra fórmula bien distinta para el mismo versículo: "Amémosle, porque Él nos amó primero". En este caso la frase es conminativa, imperativa, en la que el apostol Juan vuelca todo su cariño a tenor de lo que observamos en el resto de la epístola.

El Cardenal Pell, en Diario en prisión, se queja de los cambios en la traducción de las Sagradas Escrituras: "El papel de un traductor -escribe- es difícil y controvertido; los italianos hablan de traduttores como traditores, un traidor que distorsiona el original" (pág.379). Pell habla de dos tendencias en la traducción: Una equivalencia dinámica y una equivalencia formal. Y explica: "Yo me opuse con fuerza a la equivalencia dinámica, al menos en los textos litúrgicos". E ironiza sobre aquellas traducciones que mejoran el original.

Lo mismo cabe decir del Cardenal Sarah en su libro Al servicio de la verdad. Escribe: "Cabe notar la ausencia trágica de la palabra alma hasta en las nuevas traducciones de la Biblia" (pág.32). Pone los ejemplos de Mt 16,26 y Mc 8,36. Hasta ahora habíamos leído: "¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma? O ¿a cambio de qué podrá rescatarla?". Ahora -señala Sarah- la palabra alma ha sido sustituida por el término vida (pág.33). Efectivamente, la Biblia llamada de Jerusalén ha traducido el texto como "¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si arruina su vda? O ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida?". Resulta evidente que la traducción, por muy correcta que se pretenda, ha perdido el sentido espiritual. Arruina su vida suena a una inversión mal realizada o a cualquier otra circunstancia que condicione negativamente al sujeto para siempre. Por su parte, "¿Qué puede dar el hombre a cambio de su vida?" suena a secuestro con petición de rescate.

En el año 382 de nuestra Era, el papa San Dámaso encargó a San Jerónimo una traducción oficial de la Biblia al idioma latino. Jerónimo, en el prefacio de su traducción de los Evangelios, afirma que existían tantas traducciones como manuscritos. La Iglesia y los Concilios dieron carácter oficial a la Vulgata de San Jerónimo, no necesariamente porque fuera la mejor sino para que fuera la única utilizada por los fieles. Parece que nos encontráramos en una situación similar con las traducciones de la Biblia a las lenguas vernáculas, que hubiera tantos textos como traductores. Podemos preguntarnos si no sería util una traducción oficial de la Biblia al idioma español de España. No porque se estimara la mejor, sino para que los fieles nos acostumbrásemos a ella y no tuviéramos que sorprendernos con traducciones nuevas y distintas.

Pell, Card., Diario en prisión, 2021.

Sarah, Card., Al servicio de la verdad, 2021.

Juan Ignacio Encabo.