Un relato paradójico

 

Ordesa, el último libro de Manuel Vilas (Barbastro, 1962), lleva varias ediciones en pocos meses. Un relato original y bien escrito sobre su familia, sus padres sobre todo, aunque se habla también de otros parientes, en capítulos breves y con constantes saltos en el tiempo: del pasado al presente del autor. El escritor no esconde ni luces ni sombras, a veces con dramatismo y dureza, pero prevalece sobre todo el afecto y la gratitud por el amor recibido y por la difícil y generosa tarea de sacar adelante una familia, en la que él se ve también implicado, como padre de dos hijos y divorciado.

Como sucede a menudo últimamente con otros escritores e intelectuales, Manuel Vilas afirma tajantemente al principio que Dios no existe. Se trata al parecer de un punto de partida que no ofrece réplica ni duda, que no hubiera que demostrar, lo cual no deja de ser sorprendente ante una cuestión de tanta trascendencia y dificultad. Luego, a lo largo de la narración, paradójicamente hay bastantes referencias a Dios, a Jesucristo…, que basculan entre la queja, la burla o incluso cierto respeto. El trasfondo del libro –no podría ser de otro modo después de la afirmación inicial de ateísmo–, es bastante nihilista,  de amargura, de una visión generalmente negativa de casi todo y de casi todos.

Si nada tiene sentido, si todo es fruto del azar, no se entiende el amor que el autor siente por sus padres y por sus hijos, ni esa presencia de ellos que casi palpa después de haber fallecido los dos, ni el dolor que siente ante la injusticia, la desigualdad, la pobreza, la presencia del mal… Ser ateo con todas las consecuencias que esto significa no es nada fácil, porque, queramos o no, vivimos y buscamos un sentido para nuestros actos y somos casi siempre capaces de distinguir entre lo que está bien o lo que está mal y quizá, en el fondo, en toda persona se alberga la esperanza, más o menos larvada o remota, de que alguien nos deletree, como se planteaba Octavio Paz, con todo lo que esto implicaría.

Luis Ramoneda

Manuel Vilas. Ordesa. Alfaguara 2018