Una filosofía del miedo

 

El escritor, ensayista y profesor de la Universidad de Barcelona, Bernat Castany Prado (Barcelona 1977), comienza su extenso ensayo titulado “filosofía del miedo” con la narración de una conversación con una alumna a la salida de clase. Ella comienza por pedirle bibliografía concreta sobre el miedo, que había sido el tema que había expuesto en clase.

Unos días más tarde de aquel encuentro, ante el intercambio de correos electrónicos con la alumna, el profesor se dio cuenta de que, seguramente, padecería una crisis o tendría un problema existencial y después de pensarlo optó, debidas las circunstancias de la época de mayor trabajo por exámenes finales, corrección de trabajos de fin de curso y desaparición de la alumna de clase,  por alargar las respuestas y no hacerse cargo del problema y, en definitiva, dejar que pasara el tiempo, que arregla muchas cosas.

Lógicamente, el profesor no se quedó tranquilo y el trabajo que ahora presentamos es un intento en toda regla y por parte de un profesional de la filosofía (un “contemplativo de la sabiduría”, como se define el mismo: p. 240) para proporcionar una batería de argumentos filosóficos y poder colmar el ansia de conocimientos de aquella alumna y, en definitiva, facilitarle una primera solución existencial al problema.

La lectura de este extenso trabajo me ha recordado a la famosa obra de Boecio (480-524) sobre “La consolación de la filosofía”, cuando el gran pensador romano Anicio Manlio Torcuato Severino Boecio, acudió a la “filosofía cristiana” para encontrar consuelo y orientación ante la pena de muerte que el emperador injustamente le había impuesto y, ese modo, preparase a bien morir.

La diferencia radical entre ambas obras radica en que el profesor Castany ha buscado en los grandes sistemas filosóficos y filósofos de todos los tiempos respuestas al problema del miedo y, en general, al sentido de la vida de modo que pudieran orientar a su alumna, pero ha eliminado todas las respuestas y todos los autores que pudieran aportar categorías de la “filosofía cristiana” o bien si se trataba de autores “cristianos” (45,125, 128, 223, 254, 255, 260). No solo las ha obviado, sino que las ha denostado sin ninguna argumentación, ni explicación plausible (181, 277).

Verdaderamente, el conjunto de ideas y luces que presenta nuestro autor son pobres, incompletas, sesgadas, lógicamente coherentes con el sistema filosófico de la que derivan, pero no terminan de aportar la “confianza” necesaria en la naturaleza (14, 65) ni son capaces de solventar el problema miedo y retomar el camino de la vida.

Finalmente, en las últimas páginas aportará “vergonzantemente” las únicas luces que podrían ayudar al lector a resolver el problema y que lo resume con el nombre de la filosofía de la ilustración (292), basada en las tesis clásicas de Aristóteles y contenidas en la “ética a Nicómaco”. Lo curioso es que, después de pedir perdón por hablar de la virtud, ataca injustamente a Santo Tomás y San Agustín simplemente por haber utilizado esas verdades filosóficas y haberlas aplicado a la filosofía (280).

José Carlos Martín de la Hoz

Bernat Castany Prado, Una filosofía del miedo, ediciones Anagrama, Barcelona 2022, 366 pp.