Una historia sobre la nada y la esperanza

 

El autor, catedrático de filosofía, funcionario de la UNESCO y miembro de la Academia francesa, Jean D’Ormesson (1925-2017), ha dedicado muchos años de su vida a la investigación acerca de la filosofía de la religión y del origen del universo, aunque sobre todo ha leído y meditado mucho sobre la cuestión.

Indudablemente, este trabajo sobre el origen del universo y la apertura a la trascendencia y a la posibilidad de que exista un Dios creador que daría sentido y pleno significado al mundo y a la naturaleza, deja muchas ideas sembradas que las que dice explícitamente, que son también muchas.

En cualquier caso, nuestro autor termina el libro con una clara posición teísta que le cuadra por el orden, armonía y belleza de la creación y, sobre todo, por el amor infinito que muestra un Dios creador del hombre libre.

Que el mundo tiene un inicio y presumiblemente un fin, es algo en el que la ciencia experimental y teórica ha terminado por dar la razón al Génesis, después de años de desconfianza y del crecimiento reciente de los panteismos spinocianos (13).

Son de un gran interés y finura las páginas dedicadas al tiempo y al tiempo creado como manifestación de la grandeza divina (43), que fuera del tiempo ha creado el tiempo, en el que puede vivir como persona encarnada (23). Así afirmará: “la genialidad de Dios consiste en haber creado el espacio y haber creado el tiempo” (47).

Enseguida abordará la cuestión de la necesidad y del azar: “El azar reina sobre los avatares de la materia, de la vida, de la historia; no basta para dar cuenta del espacio, ni del tiempo, ni de esas leyes implacables que hacen funcionar el universo” (30).

Evidentemente, nuestro autor no desea apoyarse en el dato revelado, ni en la vida espiritual, pues desea llevar al lector agnóstico a la puerta de la creencia mediante un sencillo análisis del ser, la belleza, la verdad…y la nada (34). Resulta, en esa línea, extremadamente audaz para afirmar con la siguiente rotundidad: “Dios no creó un estado permanente, una situación estable, n sistema bloqueado en sí mismo: creo una historia. Esta historia ha sido confiada al tiempo. tiene dos muletas, dos ministros, dos leyes que se refuerzan entre sí: el azar y la necesidad. Todo sucede en este mundo como si Dios le hubiese confiado sus poderes al tiempo, apoyado en el azar y la necesidad” (49).

Inmediatamente, se llega a la pregunta acerca del “por qué” de la creación. La primera afirmación de nuestro autor es reconocer la aparición del entendimiento como el acontecimiento más importante desde la creación (58): “sin embargo, el glorioso pensamiento estaría equivocado si creyese que es el objetivo y el fin de la historia” (60). Aunque el autor no lo señala, el fin del hombre es ser feliz dando gloria a Dios (77, 113): “la peculiaridad del cristianismo, que se distingue a este respecto de todas las demás religiones, es que Dios se hizo hombre y que él es amor” (89).

José Carlos Martín de la Hoz

Jean D’Ormesson, Una historia sobre la nada y la esperanza, ediciones Sígueme, Salamanca 2019, 126 pp.