Una Iglesia de comunión

 

El profesor Ordinario de Eclesiología y actual Decano de la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de San Dámaso de Madrid, el sacerdote madrileño Gabriel Richi Alberti (1966), nos ofrece en este sencillo vademécum una sencilla y muy bien elaborada síntesis del Tratado de Eclesiología. Hacemos notar que tanto la bibliografía seleccionada en cada capítulo, como la extensa bibliografía general aportada al final del volumen, constituyen una de las mejores aportaciones de este ensayo.

Efectivamente, tanto los catecismos como los manuales de teología constituyen las obras más importantes y difíciles de elaborar de la teología pues lograr sintetizar la teología acrisolada, investigada, rezada y meditada en fórmulas breves que compaginen la rica verdad revelada con palabras inteligibles y precisas a un nivel universitario, es de por si un logro encomiable.

Asimismo, esos materiales, posteriormente acaban siendo objeto de la predicación de la palabra de Dios, de la redacción de obras de espiritualidad y, por tanto, alimento del pueblo de Dios.

Un ejemplo claro, de lo que acabamos de afirmar sería la profunda descripción de la Iglesia como Pueblo de Dios de la Comisión Teológica Internacional: “Lo fundamentalmente propio de este pueblo y que, por ello, lo distingue de todo otro pueblo, es vivir ejerciendo simultáneamente la memoria y la espera de Jesucristo y, por ello, el compromiso de la misión”. A lo que añade Richi: “El agente principal, la fuente inagotable y la garantía, tanto de la memoria como de la espera es el Espíritu, razón por la que es el gran protagonista de la misión” (94).

Inmediatamente, hemos de aportar las significativas aportaciones del Concilio Vaticano II a la eclesiología de la santidad y a la pastoral de la santidad, como refiere y marca san Juan Pablo II en el significativo documento programático del tercer milenio: “Novo milenio ineunte”, pues la eclesiología conciliar, nos dirá Richi: “subraya la vocación a la santidad como un elemento constitutivo de lo cristiano en cuanto tal y no como algo reservado a algunos fieles” (105)

Finalmente, debemos destacar la importancia atribuida por el Magisterio reciente hasta el Papa Francisco, de la Iglesia de Comunión, abordada como el nervio del trabajo y resaltada por nuestro autor y, además, sintetizada claramente en estas significativas palabras: “es importante reconocer que la communio eclesial tiene su origen en Dios mismo, en la communio trinitaria. La Iglesia, en efecto, acontece siempre, en todas sus expresiones, y solo como communio en cuanto es Eclesia de Trinitate. De este modo, cuando hablamos de communio es imprescindible reconocer su origen teológico: nace como participación de la comunión que es Dios mismo. (...). Precisamente porque su origen está en Dios mismo y en su designio salvífico, la comunión siempre nos precede y siempre se puede volver a acoger, también en el caso de las peores rupturas que el pecado del hombre haya podido provocar” (121-122).

José Carlos Martín de la Hoz

Gabriel Richi Alberti, Una débil criatura lleva a Dios. Vademecum de eclesiología, ediciones didaskalos, Madrid 2020, 221 pp.