Una llamada personal

 

Es muy interesante releer en la obra clásica del cardenal francés Henri de Lubac, acerca de la Iglesia, recientemente reeditada por ediciones Encuentro, las páginas que nuestro autor dedica no a la historia de la teología sino a la única e irrepetible teología de la historia. Pues nuestro autor dedica muchas páginas a mostrar la importancia de la teología de la historia para poder conocer bien la esencia del cristianismo.

De hecho, casi al final de su obra, entra en diálogo con Ernest Renan (1823-1892) autor de las célebres y controvertidas obras sobre “Jesús de Nazaret y el cristianismo primitivo”, para criticar las huidas del arqueólogo cuando anotaba a cerca del catolicismo: “Una religión hecha para la interior consolación de un pequeño número de elegidos”. Ese era el momento en el que se preguntaba el cardenal francés Henri de Lubac, en su obra sobre la Iglesia, recientemente reeditada: “¿cómo habrá leído la epístola a los Romanos? (...) ¿Cómo se explicaba él, prescindiendo de toda cuestión de autenticidad, la orden con que se cierra el evangelio de san Mateo: “¿Id y enseñad a todas las naciones” (Mt 18, 19)?” (254). Inmediatamente, respondía nuestro autor entrando al fondo de la cuestión, pues señalaba de Lubac con toda la fuerza y la ironía necesaria que la fidelidad requiere fe y vida para el encuentro personal: “no todas las edades cristianas han puesto la misma diligencia en beber de las fuentes que no cesan de difundirla (…). La fidelidad a una tradición no es nunca, por lo demás, una repetición servil” (252).

En cualquier caso, es interesante que uno de los más grandes autores de la teología de la historia afirme, con toda humildad y reconocimiento de la realidad, lo siguiente: “la teología católica que tenía en el pensamiento de los padres un lugar considerable, no había sabido encontrarse -o darse- su base indispensable: una filosofía de la historia más sistemática. Queremos decir una filosofía de la historia como tal, una filosofía del tiempo humano” (255).

Así pues, la teología de la historia requiere honradez personal, pues la historia real es el encuentro personal de cada cristiano con su redentor. De ahí que una de las causas del oscurecimiento de la teología de la historia, la enuncia nuestro autor páginas después cuando trata del concepto de persona en el cristianismo original: “ser persona, es siempre, según el antiguo sentido original, pero interiorizado, tener encargado un papel, es esencialmente entrar en relación con otros para concurrir a un Todo”. Esto es clave, pues las relaciones con Cristo tienen un sentido de totalidad.

La conclusión, por tanto, es certera: “El llamamiento a la vida personal es una vocación, es decir un llamamiento a representar un papel eterno. Se percibe quizá ahora cómo el carácter histórico que hemos reconocido en el cristianismo, así como su carácter personal, aseguran la seriedad de este papel: siendo como es irreversible, nada ocurre nunca más que una sola vez de suerte que todo acto adquiere a la vez una dignidad particular y una gravedad temible. Precisamente porque el mundo es una historia, una historia única, la vida de cada uno es un drama” (275-276).

José Carlos Martín de la Hoz

Henri de Lubac. Catolicismo. Aspectos sociales del dogma, ediciones Encuentro, Madrid 2019, 403 pp.