Una relación de confianza

 

El mundo de relaciones entre el cristianismo y el paganismo dentro de la antigüedad cristiana, ha sido trazado por el papa Benedicto XVI en repetidas ocasiones y, últimamente, lo hemos visto expresado magníficamente por el profesor Agustín López Kidler, en su monografía Zeus versus Deus. Nos corresponde ahora trazar algunas líneas de fuerza de por donde podrían discurrir actualmente las relaciones entre cristianismo y pensamiento contemporáneo de nuestro tiempo.

En primer lugar, debemos recordar que la clave del Concilio Vaticano II fue una propuesta de diálogo con el mundo sobre la base de la dignidad de la persona humana, puesto que después de siglos de desencuentro se había alcanzado un punto de convergencia.

Asimismo, hay que resaltar que ahora no estamos hablando de teología cristiana, sino de cristianismos, pues se ha vuelto a romper el frágil consenso alcanzado después del largo pontificado de Benedicto XVI, como hemos podido comprobar en torno al problema teológico  del celibato apostólico expresado en el Sínodo de la Amazonía, donde hemos asistido a una situación de enorme confusión, tanto en los argumentos utilizados en los diversos debates, como en los propios debates, propiciados y, en cierto modo, alentados, por el deseo de que todos hablaran y luego acataran al papa Francisco.

Debemos recordar al mundo y mostrarlo en nuestras vidas que podemos conectar con Dios, que somos capaces de Dios, que la solución al ateísmo contemporáneo no es Baruc Spinoza y su panteísmo, o una religión sin Dios, sino corresponder al encuentro con Cristo que todos los días se cruza con nosotros en la eucaristía. En esa línea, el profesor Cobo insistirá en que en que la solución llega siempre, siglo a siglo, desde el mismo sitio: replantear el modo de hablar del crucificado y de la resurrección de Jesucristo como solidos e irrenunciables principios en la exposición y comprensión del misterio cristiano: “vale lo que se reveló, a saber, la identificación de Dios con un crucificado” (66). A lo que añade audazmente, pocas líneas después: “Dios vuelve a la vida -llega a ser lo que es- con la vida de un crucificado” (67).

Es muy importante, para el autor y lo hará muchas veces, asentar por encima de cualquier explicación o exposición la realidad cristiana tal y como es y será: “Jesús fue levantado de entre los muertos por el poder de Dios” (72). Enseguida, vuelve una y otra vez a la comprensión del nuevo ateísmo el de “aquellos que se decantan honestamente por una concepción impersonal de Dios” (73). Para decirles que no, que eso no existe, como tampoco existía en la antigüedad con ese Panteón lleno de dioses, ni que el budismo sea camino para otra cosa que la nada: “El Gólgota, ciertamente, no deja las cosas de Dios como estaban” (75). Finalmente, volverá en las la cuestión de Jesús y las religiones: “el cristianismo a la hora del diálogo con las distintas religiones, no puede prescindir de la cuestión de la verdad. Pues la verdad es la verdad de Dios. Y la verdad de Dios -su acontecer- no se decide desde nuestro lado, sino desde el de Dios” (208).

José Carlos Martín de la Hoz

José Cobo, Incapaces de Dios. Contra la divinidad oceánica, Fragmenta editorial, Barcelona 2019