Una teología limitada

 

Cuando el famoso teólogo evangélico Karl Barth (1886-1968) redactó su famosa introducción a la teología evangélica hablaba de la teología como una “ciencia modesta y limitada “(34). Lógicamente había de ser así pues, en realidad, la teología desea desentrañar con la luz de la razón la revelación recibida de Jesucristo que es la plenitud de la revelación.

Ahora bien, al editar en castellano esta obra capital para entender la teología evangélica del siglo XX, ediciones Sígueme, ha puesto en manos del gran público una obra que por sí sola explica la propia limitación que la doctrina luterana añade al erigirse en el único intérprete de la Sagrada Escritura.

En efecto, como podemos leer en el Concilio Vaticano II, para la teología católica, las fuentes de la Revelación son dos: es decir, la Sagrada Escritura y la Tradición y ambas han sido entregadas al Magisterio de la Iglesia católica que desde los orígenes hasta la actualidad ha custodiado, interpretado y transmitido ese tesoro de la revelación hasta nuestros días.

Las páginas de Barth son a veces bellísimas, otras veces sugerentes, pero siempre son incompletas pues se queda sólo con lo que el Espíritu Santo le ha sugerido a él dejando de lado todo lo que el Espíritu Santos nos ha entregado en la Tradición oral de la Iglesia y la propia interpretación que el Espíritu Santo ha sugerido a la Iglesia en el transcurso de los siglos.

Evidentemente, la teología católica sigue siendo una ciencia modesta pues la luz de la razón es limitada si la comparamos con el “lumen gloriae”, pero desde luego llega a más y con más hondura, pues las fuentes de las que parte le proporcionan mayor riqueza.

Indudablemente, como señala Karl Barth la teología oportunamente es una ciencia libre (27) para aprender a amar (14), gracia de Dios (79) y nos muestra la extraordinaria misericordia divina (80). Efectivamente, la historia de la Iglesia es una prueba de que “el Salvador vive en ella” (91) y para cada cristiano es una gracia inmerecida (94) y “la oportunidad única de su corta vida” (105).

Un poco más adelante señalará que “la fe es algo certísimo porque Dios es maravilloso (121), aunque subjetivamente a veces parezca un “castillo de naipes” (122), pero siempre dirigida a buscar la verdad (145).

Hay algo que aletea en las páginas de esta introducción a la teología evangélica y es la falta de relación personal, de intimidad, que evidentemente transmite la teología católica y no sólo la teología de los místicos. Precisamente la teología del encuentro y del impacto tan radical en el nuevo Testamento en Barth solo está “enunciada” (122).

José Carlos Martín de la Hoz

Karl Barth, Introducción a la teología evangélica, ediciones Sígueme, Salamanca 2006, 238 pp.