V Centenario de Diego de Covarrubias y Leyva (1512-1577)

La reciente obra del Prof. Jesús de la Iglesia sobre la historia del pensamiento económico de España, desde el siglo XVI hasta nuestros días, recuerda la creciente importancia de los teólogos y juristas españoles de la llamada Escuela de Salamanca.

Precisamente en estos días hemos celebrado el V Centenario de uno de los más importantes: el jurisconsulto castellano del siglo XVI, Diego de Covarrubias (Toledo 1512- Segovia 1577).

Covarrubias fue sucesivamente, catedrático de Derecho Canónico, oidor de la Cancillería de Granada, obispo de Ciudad Rodrigo y de Segovia, Padre Sinodal en el Concilio de Trento y Presidente del Consejo de Castilla.

Perteneció a una familia de artistas, escultores y arquitectos de Toledo que impusieron un estilo propio en el siglo de oro español. Su padre, Alonso de Covarrubias y Leyva, natural de Torrijos, fue escultor, pintor y arquitecto.

Covarrubias vivió, como estudiante y como profesor, los años del gran esplendor de la Universidad de Salamanca, donde el Maestro Francisco de Vitoria (1480-1546) desde su cátedra de Prima en la Facultad de Teología y Domingo de Soto (1494-1560) desde la cátedra de Vísperas habían relanzado la Facultad de Teología, dejando casi desiertas las cátedras nominalista y escotista.

Que Diego de Covarrubias es miembro de la Escuela de Salamanca se muestra, en primer lugar, por su profundo humanismo manifestado en los setenta y cinco volúmenes de autores clásicos griegos y latinos que se conservan anotados por él. En su quehacer jurídico, derecho y teología, estaban emparentados. Es interesante descubrir en sus obras la comunicación de ideas de Vitoria, Soto, Martín de Azpilicueta y Alonso de Castro y Diego de Covarrubias.

Algunos autores se han preguntado por qué Covarrubias no cita más abundantemente en sus obras de modo explícito a Francisco de Vitoria, como si hace con Domingo de Soto. El motivo es muy sencillo: Vitoria, en realidad no escribió nada. Es más, las Relecciones Vitorianas tantas veces citadas, fueron editadas póstumamente a su pesar, años después de haber sido dictadas por él.

De hecho, Domingo de Soto cuando regresó de la primera etapa de Sesiones del Concilio de Trento, adonde había acudido en lugar de Vitoria, tenía el propósito de escribir. La situación observada en el Concilio de Trento, entre los teólogos y juristas que había tratado y conocido, le convenció de la necesidad de redactar textos claros de teología y derecho que alumbraran el quehacer científico de las universidades, de las cortes de Justicia y Consejos del Reino. Había que reescribir la teología y el derecho según la renovación de los nuevos tiempos.

Ese mismo espíritu impulsará a Covarrubias a redactar sus obras completas en los años cincuenta. Precisamente en su Opera omnia, editada por él en Segovia en 1559,  redacta de nuevo las Relecciones jurídicas impartidas en sus años docentes, aplicando la ciencia a las cuestiones de actualidad, como era característico de la Escuela de Salamanca: de ahí procede su interés por las cuestiones morales de la economía; el valor de la moneda, los contratos, la fama y el honor. Fue por tanto un canonista y civilista de importancia por su magisterio, pero también por su obra escrita. Ha sido denominado el Bartolo español en reminiscencia de Bartolo de Sassoferrato.

                                                                                                                                                                                              José Carlos Martín de la Hoz

Jesús DE LA IGLESIA, Historia del pensamiento económico de España (siglos XVI-XX), ed. Universidad Complutense de Madrid, Madrid 2013, 494. pp.