Vida y tiempo de Manuel Azaña



El
catedrático de Historia Contemporánea Santos Juliá, presenta en este trabajo la
figura de Manuel Azaña, Presidente de la II República
española desde 1936 hasta 1939 y una de las personalidades políticas más
importantes de la primera mitad del siglo XX. La biografía no se ciñe sólo al personaje sino que aporta muchos datos del
período histórico en el que vivirá y desarrollará su pensamiento Azaña.


La
dura situación familiar de Manuel Azaña en Alcalá de Henares, su orfandad en la adolescencia y sus años de internado de
los agustinos del Escorial marcarán sus experiencias religiosas y su
alejamiento de la Iglesia (pp.33-34). Desde aquella época Azaña será respetuoso
con las creencias religiosas, pero en su vida pública, resalta el Prof. Juliá,
se propondrá "Impedir que los frailes enseñen ciencia y construir una visión de
la historia de España liberada del doble fardo de la Iglesia y de la monarquía
(p.36).


Desde
sus primeros pasos en la vida pública como Secretario del Ateneo de Madrid: "Azaña
sostiene y en este punto su pensamiento no hará más que afirmarse hasta su
último discurso de guerra, que la patria es la igualdad de los ciudadanos ante
la ley" (p.100). Como miembro del Partido Reformista en 1913 en su primer mitin
abogará por un: "Estado soberano, laico, órgano de cultura y de instrumento de
la justicia social" (p.113).


La
Dictadura de Primo de Ribera le alejará de la vida pública. En 1925 se
incorpora a Acción Republicana. En la
República es Ministro de Guerra. Sus discursos en el Parlamento son claves para la plasmación de cuestión
religiosa en la Constitución de 1931 (pp. 295-297), según su concepto de
República de izquierdas, laica, con educación estatal y separación de Iglesia y
Estado.


En
general, como afirma Juliá: "Azaña lo fue todo en el gobierno, sostenido no en
la fuerza de un gran partido con amplio arraigo social sino en su inesperada
capacidad para mantener unida una colación de partidos dispares en la que el
suyo no era más que una minoría" (p.341)


Superadas
las acusaciones de participar en el golpe del 34: "Volvió a trabajar en las dos
direcciones en las que tan escaso fruto había cumplido el año anterior: unir
tras un programa común de gobierno a los partidos republicanos e incitar a los
socialistas a restablecer los vínculos otos durante
la crisis de 1933"
(p.369).


Después
del golpe de Estado, Azaña quedó instalado en el Monasterio de Monserrat: "Es
verdad que cada tarde baja de la montaña a su despacho a Barcelona, pero nade
puede entender que el Presidente de una República en guerra viva encerrado,
separado del gobierno, sin comunicación directa con los responsables de la
política y de la guerra" (p.401). Esa soledad y abatimiento las explica Santos
Julia por dos motivos: primero porque pensaba que la negativa de Francia e
Inglaterra para ayudar a la Republica hacían inviable una victoria (p.391) y
segundo por la entrada en el gobierno, primero de los sindicalistas y, después
de los anarquistas (pp.398-399).


En 1937, al
establecerse los frentes y comenzar la guerra de desgaste, entró Azaña
en acción promoviendo un plan suspensión de las armas que fracasó, en parte por
sus peculiares relaciones con Negrin (p.413). Después
de trasladarse a París, tras la caída de Barcelona, dimitió en febrero de 1939,
cuando Francia reconoció a Franco. Desde allí vivió en Collanges, Pyla-sur-Mer, Périgeueux,
cerca de Burdeos y Vichy. Finalmente murió en Montauban,
en el Hotel du Midi,
el 3.XI.1940.


 


José Carlos Martín de la Hoz


 


Santos JULIÁ, Vida y tiempo
de Manuel Azaña (1880-1940
)
, ed. Santillana, Madrid 2010, 552 pp.