VIII Certamen de Relato Breve de Villanueva 2022. Segundo premio: Recuerdo de ojos grises. Autora: Sandra María Barquillo

 

Droik era una de esas personas que miran al cielo y nunca se tapan con la mano para evitar el reflejo del sol. Curioso hasta el extremo, era posible sorprenderle siempre admirando cualquier cosa cotidiana, como la manera en que las hojas se amontonaban en otoño, que siempre le hacía pensar en una alfombra, puesta para él, por qué no. No le parecía casual encontrarse de camino a casa una pequeña frutería con una caja de fresas expuesta fuera del establecimiento, le encantaban las fresas y si estaban ahí era por algo.

Como buen soñador, siempre tenía algún imposible en la cabeza que no le dejaba plantar los pies en el suelo. A menudo tan ensimismado, que sus amigos que le avistaban por la calle tenían que acercarse a él y darle un toque para que se diera cuenta de su presencia. Era eso o pasar de largo, cosa que alguna vez hacían, sobre todo los días que no estaban de humor. Y es que pararse a charlar con Droik suponía escuchar a una de esas personas que son hacia fuera, que te hacen partícipes de sus sueños y te envuelven con su entusiasmo muchas veces injustificado. Droik era de esos amigos que te dan toquecitos en el brazo mientras hablan para asegurarse de que te tienen cerca, que les estás escuchando y entendiendo. Era imposible que Droik no te bombardeara con sus cosas, y algunas veces sus conocidos preferían mirar a otro lado con disimulo hasta volvérselo a encontrar otro día que pudieran soportar sus ganas y su fuerza.

A pesar de que en ocasiones le evitaran, no hay que pensar que no gozaba del amor y cariño de todo aquel que le conocía. Las intenciones de Droik eran puras, y muchas veces rozaba lo ingenuo. Te revelaba todos sus pensamientos con tal de que estuvieras dispuesto a escucharle y nunca se planteaba que alguien pudiera usarlos para hacerle daño. Era de ese tipo de personas que te sonríe mucho y de verdad, y siempre se alegra de verte. Su forma de ser hacía que en general todos le protegieran y apreciaran. Muchos coincidían en que el mundo necesitaba más personas como él, que llevasen la alegría por dentro y la ilusión les sobrepasara.

Si hubiera habido más gente como Droik quizá ahora no estarían en esa situación. Fue hace un año y medio cuando empezó todo. Ahora Droik no parecía Droik, no era Droik. Sentado sobre una roca con un uniforme que detestaba, había conseguido hacerse con una caja de madera un poco deteriorada que le serviría de mesa. Tenía un papel y un lápiz. No le gustaba escribir a lápiz sobre todo porque no tenía borrador, pero tampoco podía pedir mucho más. Sabía que había gente que había renunciado a su papel para que él pudiera tenerlo. Agradecía que hubieran pensado en él y en su niña de ojos grises. Se limpió la tierrilla de las manos para no emborronar el papel demasiado y que terminara siendo ilegible. Respiró un momento y comenzó a escribir:

“Querida Liliut,

¿Cómo estás? Si el mes pasado no recibiste mi carta fue porque la madre de Neith necesitaba más que nadie recibir algunas frases de su hijo. Aquí hacemos lo que podemos. Trataré de no extenderme demasiado porque sé que no te sobra el tiempo.

Primero te cuento qué tal me va por aquí. Nada va especialmente mal, pero preferiría estar con vosotras. He de reconocer que la semana pasada entristecí bastante. No sé si recordarás la foto que hicimos en casa de tu hermana cuando la niña tenía un año. Es una en la que salís tú y ella, tú sonríes. Llevabas el pelo más corto que cuando nos despedimos, fue esa época que te lo dejabas siempre suelto y te quedaba tan bien. Tienes a la niña en brazos y la pequeña mira a la cámara con esos enormes ojos grises. Son tan hipnóticos que pareciera que no hay nada más en la foto. Solo mi niña de ojos grises.

Bien, esa foto es el único recuerdo que conservo de nosotros y nuestra vida en Baltagarán. Ahora nuestra ciudad ya no es la que era. Los sitios de nuestras memorias felices han desaparecido y ya no me recuerdan a nada, es más, me evocan dolor. No pretendo con esto que entristezcas, reconstruiremos nuestras vidas y Baltagarán renacerá con ello. Lo que te estaba diciendo es que la semana pasada se me manchó la foto, no te daré muchos detalles, pero algo salió mal y ahora la imagen está cubierta de una capa como de ceniza negra. Además de sus ojos, ahora también parece gris su piel, y tu pelo, y la casa de tu hermana. No me gustó nada que la foto que me alegraba los días se tiznara de gris. No pretendo sacar significados detrás del accidente, pero en el momento no pude evitar venirme abajo al ver que os habíais ennegrecido.

No quiero preocuparte, ya estoy recuperado y ahora guardo mejor la foto para que no se estropee más hasta que podamos hacernos otra más bonita. Tú, mi niña de ojos grises y yo. Después de contarte la parte triste, te cuento algunas de las mejores cosas que están pasando. A partir de aquí se lo puedes leer a la niña, antes de dormir. No dejes que te convenza para acostarse más tarde, es más lista de lo que parece y es imposible decirle que no a sus caritas de pena.

La carretera principal de Baltagarán hace tiempo que no se utiliza, han crecido un montón de hierbas de esas tan altas por las que a mi pequeña le encanta jugar al escondite. Es un espectáculo digno de ver, sobre todo ahora, que está bañado por el sol y me recuerda al color de vuestro pelo. Bien, al crecer la hierba ha regresado la fauna, y todo se ha llenado de…adivinad qué: mariposas. Las hay de tantos coleres que parecen formar un campo florido. Cuando volváis, seguro que podemos plantar un jardín y llenarlo de mariposas. Son mucho más bonitas cuando las ves de cerca y puedes jugar a perseguirlas. Neith y yo lo hacemos en nuestros ratos libres.

Otra de las cosas bonitas que han pasado es que la ciudad ahora será diferente. ¿Recordáis el camino por el que íbamos a la escuela de la seño Rin? Bueno pues ya no existe. Tendremos que buscar otro camino, o la señorita Rin tendrá que cambiar de sitio su escuela. Ahora el camino está cubierto por el agua. El abuelo de Merin, la amiga de nuestra niña, que me está enseñando muchas cosas, me ha explicado lo que pasa. No es que el río haya inundado el camino, es que el camino es del río. Lo desviaron hace muchos años para ampliar las construcciones. Ahora que ya no hay construcciones, el río ha vuelto. A su alrededor también hay mariposas. Todos los que estamos aquí no pretendemos mover el río de su sitio otra vez. Cuando volváis podremos venir a bañarnos en verano. De verdad, está precioso y estoy deseando que los ojos grises de mi niña lo vean.

Me estoy extendiendo un montón, qué desastre. Siento si la peque se ha dormido ya. Espero que sigáis bien y no os preocupéis si no tenéis cómo escribirme. Yo os imagino todos los días y os tengo tan cerca como si estuviéramos juntos de verdad. Cada vez queda menos y Baltagarán y yo seguimos aquí esperándoos, diferentes, pero con ganas de volver a empezar.

Os echo mucho de menos. No sé por cuántas manos pasará esto hasta llegar a ti, Liliut, pero cuando te llegue imagina que tengo entre las mías las tuyas. Pronto será así, ya verás.

Siempre vuestro,

Sandra María Barquillo

1º de Psicología y Educación