En octubre de 1949, Hanff (1918-1997), escritora poco conocida de guiones de cine y obras teatrales, escribe a la librería Marks and Co., en el número 84 de Charing Cross Road, para pedir que le envíen a Nueva York una relación de libros difíciles de encontrar; ese mismo mes, los ingleses le comunican el envío de dos tercios del pedido. Así se inicia una relación epistolar que durará veinte años, hasta el cierre del establecimiento londinense.
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Como buena norteamericana
Como buena norteamericana Helene Hanff se caracteriza por su sentido del humor y generosidad. De Frank Doel subrayaría la seriedad profesional, el espíritu de servicio y también el humor británico, que le permite entender y aceptar las cartas de su corresponsal del otro lado del Atlántico: "¡Frank mueve el culo y búscame ese libro!".
Quiero señalar el amor de los judíos por la cultura. Leemos en el Post Scriptum que el padre de Helene fue un judío, inmigrante en América, que malvivía como camisero. Durante la Gran Depresión intrecambia algunos de sus productos por entradas de teatro para su hija. Eso es amor por la cultura. Comparto con la autora la conveniencia de hacer limpieza periódica de la librería, liberándola de libros que no se van a volver a leer. También me identifico con ella en la costumbre de comprar libros de segunda mano.
Entre las muchas frases célebres de Helene Hanff, encontramos la afirmación según la cual sólo compra libros que ya ha leído. Se trata de una frase humorística que ya habíamos leído en cdl. No se puede interpretar literalmente, ya que vemos como Helene compra libros por catálogo o que ve anunciados en la solapa de otros libros. Hay que entenderla más bien como que compra libros de los que ya tiene referencia. Como a ella no me va hacerme con libros en una biblioteca pública. A los libros los queremos, entre otras cosas, porque son nuestros.
Por último hay que alabar al editor que supo ver en un conjunto de cartas un libro publicable.
Ternura, así definiría yo la
Ternura, así definiría yo la relación entre la escritora y la librería que se cuece a fuego lento mediante la correspondencia de más de 20 años . De lectura fácil, describe muy bien las diferentes personalidades americana y británica de la época. toca con humor temas como la amistad, el amor por la lectura, la solidaridad... Además, desde que la he leído miro con más mimo mi humilde librería, que gracias a la tertulia literaria va cogiendo poso.
Una bonita historia sobre el
Una bonita historia sobre el amor por los libros. Quizá podríamos añadir algo en lo que la autora nunca pudo pensar: el amor a los libros de papel, por encima de los digitales. Ella de esto no llegó a saber nada. Ahora es el debate frecuente entre lectores, que no sabemos, de verdad, qué podrá resultar. El amor de la protagonista por los libros bien editados va unido, como es lógico, al interés por lo clásico, por lo duradero, y contra la tendencia obsesiva de mucho lector de todos los tiempos, ella explica por qué hay que tirar libros, aunque sean preciosos. Una historia de libros y de personas, o sea, de cómo a través de los libros se puede llegar a una amistad profunda, aunque no pase de ser una amistad epistolar.
¿Te gustan los libros? ¿Te gusta leer? ¿Para ti los libros son algo más que simples hojas cosidas a un lomo, son como seres vivos? Pues has de leer este maravilloso libro. Te enamorará.
Encantadora la relación que se puede llegar a tener por carta. Mucho más que afectuosa, la verdadera amistad que Helene y Frank, y por extensión la familia y el resto de trabajadores de la librería establecen es interesante. Quizás otros se hayan fijado más en la humanidad que desprenden las cartas, el buen hacer del librero, el cariño con que se habla de los libros, y no sólo por su contenido. Sin duda en eso es lo que más ha llamado la atención de la crítica. Yo, de hecho, estoy por echar el currículo a alguna librería del barrio. Ya veremos.
Me parece un libro delicioso para los amantes de la lectura. Refleja muy bien el distinto modo de ser inglés y americano, las controversias históricas de ambos pueblos (independencia americana y plan Marshall), la capacidad de entablar amistad a partir de la cultura y gustos comunes, etc. Encierra tesoros gran riqueza. Uno, no menos importante, es el hacernos revivir una época en la que el valor de los libros era muy importantes y quizá también la calidad. La tecnología han acabado con eso: la Televisión, el cine y su desarrollo comercial en video y DVD, Internet, etc han hecho casi desaparecer ese mundo de librerías de viejo, los intercambios de libros, y desgraciadamente ha disminuido mucho la afición a la lectura.
Dos son las lecciones que he sacado después de leer varias veces las cartas entre Helen y Frank, que desmitifican el a veces hermático y estático amor a los libros y a la lectura en general. Una de ellas es revolucionaria: hay libros buenos y libros malos; los libros buenos se conservan en nuestra biblioteca personal; los libros malos, no se terminan de leer y, simplemente, se tiran. Es más: es muy recomendable hacer "limpiezas" periódicas en nuestras bibliotecas personales, para estar seguros de que lo que conservamos, merece la pena. No menos revolucionaria -chocante con la mentalidad mercantilista que rodea hoy día el mundo o la industria del libro, en España y en el mundo occidental- es su acercamiento al libro: Helen no lee libros que al menos no tengan ya un tiempo, una intrahistoria. De hecho, Helen no busca sus libros en librerías de nuevo, sino de viejo, y ni siquiera los solicita en su ciudad, sino a un librero de libros antiguos que está en otro país (¡en otro continente!) ¡Y sin internet!. La historia de estos dos enamorados de los buenos libros -una conpulsiva lectora, ella, un librero profesional, que raya lo sublime, él- nos guarda otras sorpresas. No dejen de tomar nota a los libros que Helen solicita, entre ellos figura alguna joya -por desgracia sin traduccion, aún, al español. La paradoja del mercado: un libro que aboga por la lectura selectiva, comprensiva y comprometida, por la lectura personal, un libro que defiende el oficio profesional y artesano del librero tradicional, se ha defendido con dignidad en la mesa de novedades de las cadenas de librerías y hasta en las secciones de libros de las grandes superficies del país, que están saturadas de los "demasiados libros" (cfr. Gabriel Zaid). En fin, un claro en el bosque de la mediocridad.
Entrañable libro que es un homenaje a la amistad en torno a los libros. Dos personas tan distintas como Helen y Frank viven una verdadera amistad sin conocerse fisicamente. Ella es una "solterona" protestona y maniatica, él un hombre casado y padre, ella una "moderna y liberada" americana, él un caballero británico. A través de las cartas que se escriben se recrea una historia de relaciones personales entrañables. Resulta emocionante la preocupación de Helen por hacer llegar a Londres comida y algún detalle mas ya que viven las consecuencias de necesidad de posguerra, la confianza de Frank de enviar libros cuando Helen no tiene saldo y de Helen de dejar dinero a cuenta. En fin una novela que es un canto a los libros, a las cartas y a la amistad.
Cruce de cartas real entre la escritora y una tienda de libros antiguos ingleses a través de la cual percibimos muchas cosas: la personalidad de la escritora americana (muy fuerte, impulsiva y chispeante), la personalidad del dependiente de la tienda encargado de la correspondencia (muy inglés, muy educado, muy celoso de su relación con la escritora), el amor a los libros, el contraste entre la sociedad americana y la inglesa, etc.
Helen ansía viajar a Inglaterra para conocer a sus amigos de la librería, pero ese viaje no llega a hacerse realidad hasta después de la muerte de Frank Doel, su amigo de la librería.