Ante todo, no hagas daño

Autobiografía profesional del doctor Henry Marsh, neurocirujano. El autor se centra en diversas operaciones realizadas en el delicado campo del cerebro y sistema nervioso central. A los mandos de un microscopio ultrapotente y un catéter de alta precisión, el doctor Marsh se abre camino por los intersticios del cerebro. Con frecuencia, de su pericia y su pulso dependen que un paciente recupere la visión o acabe en una silla de ruedas. Hay días en los que salva vidas, pero también hay jornadas nefastas en las que un pequeño error o una cadena de infortunios lo hacen sentirse el ser más desdichado sobre la faz de la Tierra. También explica el origen de su vocación por la cirugía cerebral.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2016 Salamandra
348
978-84-9838-720

En lengua inglesa en 2014

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Que un médico quiera confesar sus éxitos e investigaciones puede parecer normal, pero que atreva también a describir con detalle sus fracasos, pensamientos, vivencias, alegrías e insatisfacciones es más raro. Henry Marsh, neurocirujano inglés, narra en esta autobiografía todo eso con lenguaje ameno y lleno de realismo. Desde de su visión “cientifista” no falta sin embargo la humanidad necesaria para tratar a los pacientes y la sangre fría necesaria a veces para separarse de los dramas con los que tiene que dialogar. 

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Pese al gran interés que revisten los episodios que narra el autor sobre la cirugía cerebral, pese a lo bien contados que están y lo que nos pueden satisfacer los avances médicos en este campo, lo más atrayente de este libro son sus aspectos psicológicos. La convicción del cirujano de que una desviación de sus manos, por pequeña que sea, puede producir daños irreparables, produce angustia en el médico y Marsh sabe trasmitir ese sentimiento al lector; de ahí el título: "Ante todo no hagas daño". No siempre es fácil decir que nó a quien solicita una operación. Un tumor cerebral supone la muerte y tanto el paciente como sus familiares rogarán al cirujano que opere, aunque sólo exista un uno por ciento de probabilidades de éxito. Marsh está dispuesto a llegar hasta el límite pero no deja por ello de lamentar los fracasos. ¿Qué pasa cuando se opera a un enfermo para alargar sus expectativas de vida y sin embargo muere? Aceptar la muerte no es fácil y no todos son capaces de hacerlo. ¿Qué pasa si la operación tiene un éxito parcial y el paciente sobrevive en coma indefinido? En este caso los parientes pedirán a la Medicina lo contrario de lo que antes pedían, que ponga fin a la vida del enfermo. ¿Cómo se le dice a alguien que va a morir? Marsh señala como el documento de "consentimiento informado" no tiene ninguna influencia en la decisión del paciente; éste lo firmará y preguntará a continuación: "Pero todo va a salir bien, ¿verdad, doctor?". Por razones psicológicas evidentes es difícil asimilar que el resultado pueda ser negativo. El autor critica la ineficiencia de la regulación administrativa en un campo tan poco regulable como es el de la cirugía cerebral. La socialización de la Medicina ha supuesto grandes avances pero también factores de ineficiencia difíciles de comprender. Marsh recuerda que se puso furioso cuando hubo que operar a su hijo de un tumor y el radiólogo no aparecía. La operación terminó con éxito, pero ¿y si no hubiera sido así?, ¿a quién hubiera culpado? Por eso Marsh les dice con paciencia a sus enfermos: "Yo he estado en el lugar de ustedes". El autor cita de pasada lo que llama la "vieja polémica" entre cerebro, mente y alma humana. Aclara que él no cree en la existencia del alma y por lo tanto en la inmortalidad, pero no insiste demasiado en ello. Como se ha dicho al principio se trata de un libro muy interesante y didáctico, sobre todo en los aspectos médicos y psicológicos.