Casa del Olivo

Segunda parte de la autobiografía del Psiquiatra Carlos Castilla del Pino. Está centrada en su actividad profesional, en el ambiente político que se vivía en España hasta 1975 y en los años inmediatamente posteriores, así como en la evolución de la ciudad y la sociedad cordobesa.

La autobiografía se apoya en el diario que llevó el autor durante toda su vida, por lo que resulta minuciosa, ordenada, interesante y de lectura fácil. Más que una Autobiografía, como la denomina el autor, se trata de unas Memorias, ya que el autor facilita más datos sobre el ambiente y la sociedad española que sobre sí mismo. No omite su biografía, pero no va más allá de los hechos, sin ofrecer al lector una reflexión sobre los mismos. Se acompaña de tres apéndices bastante innecesarios.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2004 Tusquets Editores, S.A.
508
978-84-8310-985

Subtítulo: "Autobiografía 1949-2003"

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El segundo volumen de la Autobiografía de Carlos Castilla del Pino, "Casa del olivo", se inicia en 1949 con la llegada del psiquiatra a Córdoba. Ha obtenido por oposición la Jefatura de Salud Mental en la Jefatura Provincial de Sanidad de esa ciudad. El autor se presenta ante el lector como comunista y ateo, dos etiquetas que le perseguirán como una sombra o una maldición en la pequeña ciudad andaluza. Él, por su parte, las asume con coherencia y sin renunciar a su bonhomía. En 2003, año en el que se cierra la autobiografía, ha tenido tiempo de desengañarse del comunismo al que califica de "gran fraude".

Es un lugar común afirmar que durante la Guerra civil española se cometieron atrocidades "por ambas partes"; sin embargo la represión en la zona nacional es menos conocida. Castilla del Pino nos presenta Córdoba como una ciudad empobrecida y clasista, que estuvo con los nacionales durante la guerra y da noticia de los asesinatos cometidos y de la represión de la postguerra. Ésta se centró en los comunistas que, en la ciudad o en el campo, sobrevivían en la clandestinidad. Castilla del Pino, a pesar de que se sabía que era desafecto al régimen, como médico pertenecía a una clase privilegiada y conocía hasta dónde podía llegar en sus actividades, por lo que no corrió riesgo de ir a prisión. Sin embargo su carrera profesional se estancó y no pudo alcanzar la Cátedra de Psiquiatría que era su meta; además estaba enemistado con el que había sido su maestro, el gran pope de la psiquiatría española: López Ibor.

Hombre de gran rectitud, Castilla del Pino vive la psiquiatría como una vocación y atiende a todos: a los pobres en el dispensario de Sanidad y a los que tienen medios en su consulta privada; trata a todos por igual lo que suscita el afecto aun de los que no piensan como él. Tiene iniciativa y amplitud de miras profesionales, lo cual le lleva a organizar cursillos formativos en salud mental, actos culturales, conferencias y a realizar publicaciones de gran nivel que dan a conocer su nombre fuera de España. En 1983, con la llegada de los socialistas al Gobierno de España fue nombrado Catedrático Extraordinario de la Facultad de Medicina de Córdoba.

El gran fracaso de su vida lo constituyó el hecho, confesado por él mismo, de no haber obtenido la confianza de sus hijos. Tuvo siete hijos de los cuales le premurieron cinco: una se suicidó, otro falleció en un accidente de moto, dos estaban enganchados a la heroína y murieron de sida y la última, residente en Costa Rica, no quiso tratarse a tiempo un cáncer de colon y cuando lo hizo ya era tarde. En 1989 Castilla del Pino abandonó a su esposa, Encar, que le había sido fiel, le había acompañado desde Madrid a Córdoba, había compartido sus ideales, fue marginada como él por la sociedad cordobesa y le había dado siete hijos de los que vio morir a cinco. Ese año Castilla del Pino inició la convivencia con una joven profesora de literatura a la que dedica el libro.

La muerte de los hijos y la separación de su esposa dejan un regusto amargo al lector. ¿Cómo comprender a alguien que está reconociendo que vivió su vida centrado en su profesión y en la política de espaldas a su esposa e hijos? ¿Cómo, a quien embarcado en causas humanitarias no facilitó a sus hijos los mimbres necesarios para construir sus propias vidas? No se le puede culpar, hubo mucho parecido en esa generación: hombres que pensaban que su única misión era llevar dinero a casa para que su familia viviera bien y que dejaban la relación con los hijos en manos de la esposa. No obstante a un psiquiatra habría que recordarle aquel refrán que dice: "Consejos vendo y para mí no tengo". Castilla del Pino falleció en Córdoba el 15 de mayo de 2009. Descanse en paz.