Días de infancia

Recuerdos de la niñez del escritor ruso Máximo Gorki (Alexei Maximovich Peskov), nacido en 1868 en Niznij Novgorod, a orillas del Volga. Huérfano de padre y posteriormente también de madre, se crió con los abuelos maternos en un ambiente que el autor calificará como 'agobiante'.

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2000 Siglo XXI
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Parecería innecesario leer las novelas tristes sobre la infancia escritas por Dickens teniendo este magnífico libro de recuerdos de Máximo Gorki (Alexei Maximochich Petrov). "Días de infancia" no es una novela sino los recuerdos de la niñez de su autor, por lo que entre Gorki y Dickens se da la diferencia que va de lo real a lo imaginado, de lo vivo a lo pintado. La obra arranca con la muerte del padre de Alexei y termina con el entierro de su madre. Entre ambos sucesos el niño vivirá con sus abuelos maternos, coprotagonistas del relato. La abuela es bondadosa, todo el mundo la quiere y tiene una hermosa fe cristiana. El abuelo es un ser contradictorio: Es tintorero y ha alcanzado un cierto éxito en su profesión, pero sus propios hijos le arruinan. Se tiene por un hombre ilustrado, que lo sabe todo, pero su sistema educativo tiene más que ver con golpear con una vara de abedul las nalgas de sus hijos y nietos que con enviarlos a la escuela. Se considera a sí mismo un hombre religioso y todas las noches recita los Salmos, pero es avaricioso y en ocasiones muy violento. "Pronto advertí –anota el autor- que el Dios de la abuela y el del abuelo no eran el mismo". Hay un fondo de tristeza en la narración que se va haciendo mayor en la medida que se deteriora la situación económica y familiar. No es de extrañar que en este ambiente Alexei se vuelva rebelde. Pero no todo puede ser triste en la vida de un niño: el autor recuerda las fiestas familiares en las que el tío Iakov –por lo demás una mala bestia- tocaba la guitarra y el alegre Tsiganok, que los abuelos habían recogido de niño, bailaba a su alrededor. La afición de la abuela a contar historias y la costumbre de su madre de hacerle aprender de memoria las vidas de los santos despiertan su gusto por las narraciones y la literatura. Por otra parte en la ciudad abundan los personajes curiosos que excitan la imaginación del niño. El libro se lee fácilmente. Sorprenden la viveza y proximidad de los recuerdos del autor escritos treinta años más tarde.