Un volumen que recoge todo lo que hasta la fecha ha sido su actividad creativa en el campo de la narración corta.
Reúne este volumen los cuentos que el autor ha publicado desde 1973 hasta 2004, agrupados bajo los siete títulos siguientes: "El árbol de los cuentos", "Brasas de agosto", "Álbum de esquinas", "Los males menores", "Días del desván", "Las Palabras de la vida" y "Las lecciones de la vida". Aunque por la extensión difieren mucho, incluso alguno alcanza la de una novela corta, en los demás rasgos de fondo y forma el conjunto resulta muy homogéneo.Desde los títulos más antiguos se aprecia ya bien definida la personalidad narrativa del autor, nacido en 1942, y cómo su evolución a lo largo de tres décadas se ha mantenido siempre dentro de la misma línea.
Comentarios
Reunir los cuentos que llevo escritos y publicados haciendo un largo recorrido ordenador entre los años 1973 y 2004, no me ha resultado fácil. Los cuentos se me van de las manos, las novelas las tengo más atadas, aunque también debo confesar mi condición de propietario indolente de mis ficciones. Lo que ya está escrito siempre me interesa menos que el proyecto en marcha, y la propensión de las invenciones al anonimato siempre me subyugó. Los cuentos se me han ido de las manos en libros perdidos y recuperados, en colecciones sueltas, también en libros que no eran estrictamente de cuentos, libros en los que había cuentos además de otras cosas. Reunirlos es reconocerlos, dejar que vuelvan y adquieran la consistencia de las ramas del árbol al que pertenecen. Ellos contienen, sin duda, huellas insustituibles de mi mundo literario, tonalidades y hallazgos variados y hasta puede que respondan a intereses y retos contrapuestos, tras la deriva de tantos años. La perfección del olvido, esa ambición moral y estética de que una ficción no necesite dueño, se corresponde muy bien con la ambición de un cuento perfecto, tan imposible como imprescindible. No hay opción a las historias complacientes, la vida que se gana en las ficciones siempre debe ser más poderosa que la verdadera.
Luis Mateo Díez