Rubachof es uno de los ideólogos de la Revolución rusa, caído en desgracia ante el Partido (que se ha convertido ya en una maquinaria de poder) y encarcelado. El Partido trata de lograr de él una autoinculpación por haber conspirado contra el sistema y para ello le presionan física y psicológicamente. Rubachof termina firmando esa condena convencido de la justicia última de ese acto.
Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
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2011 | Debolsillo |
302 |
978-84-9908-743 |
Comentarios
Muy de acuerdo con los
Muy de acuerdo con los comentarios anteriores.Se trata de una novela con grandes dosis de conocimiento histórico. Creo que estamos ante una obra maestra en el género de interrogatorios comunistas y de toda la filosofía que hay detrás. Lentamente se van clarificando los pensamientos de Rubashov cuando dispone de tiempo para pensar en su vida anterior, en sus crímenes por la causa del comunismo y del Partido. Entonces, percibe, por primera vez, la voz de su conciencia, "porque cuando la muerte se aproxima, la metafísica se torna real". El título original de la novela de Arthur Koestler, (1940) es Sonnenfinsternis, Eclipse de sol, parece aludir a la obscuridad que se produce en el hombre cuando se apaga la luz de la conciencia, aunque el ideal comunista haya asegurado, científicamente, que poseía la luz deslumbrante del saber histórico.
Crítica del estalinismo y de
Crítica del estalinismo y de los llamados "procesos de Moscú" en los que Stalin eliminó a sus adversarios políticos. Comenzando por Trotski, el Comisario del Pueblo, fueron sus víctimas numerosos miembros del Partido de la primera hora; camaradas que disentían de la línea política impuesta por el georgiano y que podían constituir un riesgo para él. Si Lenin había sido despiadado, es con Stalin cuando llegan a su cénit las autocríticas de los dirigentes, las acusaciones de desviacionismo y la filosofía según la cual el Partido –en realidad el mismo Stalin- no podía equivocarse, como representante de una clase social llamada por la Historia para ejercer el poder y aplastar a sus enemigos.
En la novela es Rubachof, antiguo comandante guerrillero y héroe del Partido, el que está esperando para ser juzgado; sólo falta que reconozca sus crímenes. Vuelve la mirada al pasado y le duele haber entregado a la muerte a excelentes camaradas por disentir de la línea impuesta por el Presídium; incluso su propia amante, Arlova, ha cargado con culpas que sólo a él correspondían. "El primer deber de un revolucionario es sobrevivir" –se dice a sí mismo-, "el resto son remilgos morales y sentimentalismos pequeño-burgueses", "el fin justifica los medios". Pero ha llegado su hora y el instructor le convence que el último servicio que puede prestar al Partido es reconocer su culpabilidad. Un día, cuando todo haya pasado –razona el instructor Gletkin- alguien reconocerá la inocencia de Rubachof y de tantos otros; pero ahora la URSS está rodeada por sus enemigos y es necesario que destaque la clarividencia del Número 1 y la perfidia de sus adversarios. Rubachof acepta el argumento y firma.
De hecho cuando Krushchev en el XX Congreso del PCUS (1956) denunció los crímenes de Stalin, no se refirió a los millones de víctimas causadas por el poder soviético, sino a aquellos camaradas del Partido que fueron sacrificados por aquel para asegurar su poder. La novela es desigual, en la medida en que el autor dedica doscientas páginas a dibujar el escenario y dos a proporcionar las claves: la condena del estalinismo. De todas formas y prescindiendo del encuadre histórico el mensaje es claro: no hay más cura contra el fanatismo ideológico, sea del signo que sea, que seguir los dictados de la conciencia. Ninguna ideología puede borrar la distancia existente entre el bien y el mal; la misma que va del cero al infinito.
Dura y desalentadora. Deprimidos, abstenerse.