Lucas Corso es un investigador, un cazador de libros raros. Le ha sido encomendado autentificar unas páginas sueltas del original de Los tres mosqueteros, de Alejandro Dumas.
También recibe un encargo sobre un libro sumamente raro: Las nueve puertas del Reino de las Sombras; un tratado de demonología impreso en Venecia en el siglo XVI. Solo se conservan tres ejemplares en todo el mundo y el propietario de uno de ellos quiere saber -o eso dice- si su ejemplar es auténtico o una falsificación.
Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
---|---|---|---|---|
2015 | Debolsillo |
448 |
978-84-906-2834-8 |
Original de 1993 en Alfaguara. |
Comentarios
Un libro de cuatrocientas
Una obra de misterio de cuatrocientas cuarenta páginas, de las cuales las primeras cuatrocientas son excelentes y las cuarenta últimas fallidas. Creo recordar un autor que afirmaba que escribía en primer lugar el último capítulo de sus novelas y que después comenzaba con lo demás. Hubiera estado bien en este caso.
Pérez-Reverte hace un alarde de erudición literaria y de bibliotecomanía; manifiesta su conocimiento sobre ciudades, colecciones y coleccionistas, técnicas antiguas de impresión y falsificación de textos antiguos. Por alguna razón encuentra un paralelismo entre su novela y Los tres mosqueteros de Dumas; entre los protagonistas de una (Richelieu, Milady de Winter y Rochefort) y de la otra. El protagonista de El club Dumas, el llamado Corso, es un buscador de libros, dipsómano, desengañado de la vida y de la gente; podemos preguntarnos cuánto hay en él del mismo Pérez-Reverte.
El asunto de la demonología o tratado sobre el diablo es tan antiguo como la literatura y el autor nos lo recuerda. Por citar solo nuestra área cultural, cita la Divina comedia de Dante, El paraíso perdido de John Milton o Fausto de Goethe. Pero el diablo no es solo un personaje literario; ha contado también con seguidores a los que promete poder, dinero y sexo si le siguen: "Todo esto te daré si postrándote me adorares" (Mt. 4,9). En la novela hay algo de eso. Es lo contrario de lo que el Hijo de Dios ofrece a sus discípulos: persecuciones y Cruz.
Algunos personajes secundarios enriquecen la novela más que los protagonistas; así la rusa Makarova que regenta un bar en Madrid o, también en Madrid, los hermanos Ceniza, Pedro y Pablo, dominan la técnica de falsificar textos antiguos. En Lisboa el antiguo policía colonial Amilcar Pinto está casado con una mulata, cargado de hijos y sobrevive a base de hacer pequeñas ilegalidades a favor de los amigos. En París el recepcionista del hotel es Grüber, un croata que a los diez y seis años se alistó en las Waffen-ss y ha sobrevivido a la guerra. También en París, la baronesa Frida de Ungern ha reunido una colección de libros sobre el diablo que pone al alcance de los estudiosos. En algunos momentos la novela toma un aire a lo Dan Brown.
Otros personajes, sin embargo, quedan cojos, en el aire; así la pequeña Irene Adler, presumiblemente británica, que actúa como guardaespaldas del Corso sin que éste sepa por cuenta de quién. Aparece y desaparece del relato sin que lleguemos a responder a la pregunta. También está la fotógrafa centroeuropea Nikon, que en su día fue pareja de Corso y que éste evoca sin que tenga ningún papel en la novela. ¿Sexo? Yes. of course. ¿Podría el autor prescindir del mismo? Por supuesto y la novela ganaría, ya que le sobran páginas.
El estilo de Pérez-Reverte me gusta; recuerda algo a Simenon lo cual es una garantía. La reproducción del ambiente en Lisboa o París es acertada. Perjudica al relato el hecho de que al final la novela cambia de narrador. Diremos, como en tantas ocasiones, que El club Dumas entretiene sin más.