El Código Da Vinci

Novela de intriga que retoma el tradicional asunto de la búsqueda del Santo Grial, visto no desde la postura caballeresca que ha sido habitual hasta ahora, sino como un turbio asunto de luchas de poder entre la Iglesia Católica y una sociedad secreta neopagana. El autor aplica los más comunes y sencillos recursos de la técnica del bestseller para desarrollar una trama tan dinámica como inverosímil, donde el desciframiento de claves cabalísticas alterna con vertiginosas persecuciones y violentos crímenes

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Dan Brown, El Código da Vinci, Umbril, 2003.

Hoy día se puede hacer una novela con unos pocos datos y mucha imaginación; lo importante es entretener con una intriga suficiente (de medio calado) haciendo una mezcla de asesinatos, esoterismo y sexo, a ser posible. Brown hace lo propio en esta obrita con capítulos muy breves para leer en cualquier parte: no hace falta mucha atención pues la trama es elemental. La Iglesia trata de mantener un terrible secreto para no venirse abajo, pues todo lo que predica y vive es mentira, según el autor. Porque Jesús no es Dios ni la religión es verdad, ni los creyentes son sinceros: unos bichos raros y albinos, como el difunto Copitode nieve. Como dice la contraportada es un rompecabezas, pero en sentido estricto. Literatura de consumo para ingenuos dispuestos a pagar y tragarse lo que sea sin ser muy exigentes. Parece un libro de encargo para consumo fácil y llenar de barro lo más sagrado de la historia. No es extraño que Luis Racionero diga por ello que es "tan divertido como absurdo", o Ignacio Gómez de Liaño dice que "ignora el papel real de la mujer en la Iglesia". Y el personaje original que es F. Sánchez Dragó afirma que el éxito de esto "demuestra el infantilismo generalizado". En suma, no es malo que sea un tebeo para gente fácil, lo malo es intentar arrasar con los valores cristianos más fundamentales y mentir olímpicamente. Yo comprendo que el impulso mediático suscite la curiosidad pero sugiero abstenerse por ecologismo ético y mental.
JOL

Imagen de fito

He leido más de la mitad del libro e independientemente de que la trama pueda estar bie llevada y la intriga sea la base en la que se desarrolla la obra -a mi entender deásiada intriga y embrollos- creo que aún considerando que se trata de una novela de ficción el hecho de nombra a instituciones u organizaciones y mezclarlas en dicha trama puede suponer que para lectores con menor preparación suscitasen dudas que carecen de todo fundamento, cuando menos documentado.

Imagen de cdl

‘El Código Da Vinci’ es un bestseller americano de ficción que, tras una inversión millonaria en marketing, se ha publicado recientemente en España. El argumento de la novela plantea la falsedad del cristianismo, que sería una invención de la Iglesia Católica mantenida a lo largo de los siglos a cualquier precio. Ante la sugerencia, en sus primeras páginas, de que está basada en hechos reales, ofrecemos una reseña crítica.

Son ya abundantes las novelas, y sus correspondientes adaptaciones cinematográficas, que se apuntan a la llamada “teología-ficción” para cuestionar la veracidad histórica del cristianismo. No cabe duda de que pretenden aprovecharse comercialmente del escándalo que suscitan en los creyentes, y a la vez enganchar con un público carente de cultura religiosa pero todavía familiarizado con la imaginería cristiana.

El autor de ‘El código Da Vinci’, Dan Brown, emplea la vieja fórmula de llenar páginas con información aparente que, en realidad, no tiene ninguna base histórica, artística o religiosa. Por eso, la crítica más elocuente es, simplemente, exponer fríamente su tesis, despojándola de los fuegos artificiales de la trama de acción.

El argumento de esta novela se basa en afirmar que Jesús estuvo casado con María Magdalena, con la que tuvo una hija. Este hecho habría sido supuestamente silenciado por la Iglesia a lo largo de los siglos, mediante asesinatos y guerras. La hipótesis, repetida por muchos detractores del cristianismo, no tiene ningún fundamento histórico por lo que ningún exégeta católico o protestante la sostiene. Pero la documentación del autor parece encontrar más fiable el guión de “La última tentación de Cristo” que siglos de investigación bíblica.

La Iglesia Católica aparece en el libro como una gran mentira histórica, producto de una invención del emperador Constantino que buscaba una religión para todo el imperio. Hasta ese momento, el cristianismo habría sido una religión oriental predicada por un profeta judío llamado Jesús, casado con una tal María Magdalena, y con la que tuvo una hija. El emperador habría fusionado las enseñanzas cristianas con las tradiciones paganas, para que calaran más fácilmente en la población. También promovió el Concilio de Nicea donde se sometió a votación la declaración de la divinidad de Jesús, un simple hombre hasta entonces. Esta tergiversación obligó a destruir todos los relatos evangélicos y a reescribirlos, para demostrar la divinidad de Cristo. En la manipulación se habría suprimido la figura de la mujer de Jesús, convirtiéndola en la actual María Magdalena.

Desde entonces, el aspecto femenino y sexual de la religión cristiana habría sido sistemáticamente rechazado por la Iglesia. Esta ficción histórica permite al autor de la novela describir a la Iglesia Católica –representada por el Vaticano y el Opus Dei– como enemiga de la mujer, de la verdad y capaz de todo tipo de crímenes, llegando a afirmar que asesinó a cinco millones de mujeres.

En contraste con la mentira del cristianismo se presenta como verdadera religiosidad la de los cultos precristianos, que adoraban la divinidad femenina y practicaban el sexo sagrado.

La conclusión de la novela es que no basta desvelar la supuesta verdad sobre el cristianismo, descubriendo las pruebas del matrimonio de Jesús con María Magdalena, sino que es necesario que la Iglesia Católica reconozca su impostura y sus crímenes, volviendo a adorar la divinidad femenina, lo que obligaría a cambiar su doctrina moral sobre la sexualidad y el sacerdocio de las mujeres.

A la vista de lo descabellado de sus tesis de fondo, la verosimilitud de la novela queda en entredicho, y sus desatinadas afirmaciones caen por su propio peso. Demasiada invención, demasiada maldad, demasiada perversión como para ser ni siquiera verosímil, pero los lectores más inocentes pueden quedarse con la idea de que la Iglesia Católica, y en particular el Vaticano y el Opus Dei, es una institución poco fiable. Arturo Matueles
(Reseña añadida por Tachuela)