El lenguaje de las flores

Inspirándose en el sofisticado código que la sociedad victoriana utilizaba para expresar sentimientos por medio de las flores, Vanessa Diffenbaugh narra el viaje emocional de una joven californiana que, marcada por una dolorosa historia personal, encuentra en este peculiar lenguaje el medio para recuperar su capacidad de confiar y amar a sus semejantes. Recibida con entusiasmo por la crítica y los lectores -en Italia se han vendido más de cuatrocientos mil ejemplares-, la novela se publicará en treinta y seis idiomas.
A los dieciocho años, tras una vida entrando y saliendo de numerosos hogares de acogida y pisoso tutelados, Victoria Jones está obligada a emanciparse por ley. Se ha convertido en una joven introvertida y arisca, y sólo su pasión por las flores se vislumbra un camino de salvación. Finalmente, tras encontrrar trabajo en una floristería, se curza con un joven a quien conoció diez años antes, durante la época en que vivió en casa de Elizabeth, una madre de acogida que le enseñó el lenguaje de las flores. El misterioso joven conoce un secreto que atormenta a Victoria, aunque sólo ella puede arreglar cuentas con el pasado. Así, Victoria, que es capaz de expresar los sentimientos de los clientes con hermosos ramos, deberá aprender a interpretar sus propias emociones, la única manera de desacerse del enorme peso que arrastra desde niña y que le impide encontrar la felicidad.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2012 Salamandra
345
978-84-9838-747-6

Traducción del inglés de Gemma Rovira Ortega

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Imagen de Karli

Victoria es una niña que no ha conocido nunca a sus padres. Misantropía es el calificativo con el que más se identifica. Desconfía de todo el mundo y en primer lugar de sí misma. Bajo una capa de maltratos y dureza extrema se oculta un alma con un instinto único para el cuidado y la presentación de las plantas. Será la belleza de las flores y su significado lo que la haga recuperar su humanidad, su conexión con el mundo circundante y conocer el amor.

Imagen de Azafrán

"Constreñida por unas normas de conducta que reprobaban la exhibición de las emociones, la sociedad victoriana encontró un medio discreto y eficaz con que comunicar los sentimientos. El lenguaje victoriano de las flores se basó en el libro Le Langage des Fleurs, de Charlotte de Latour, un compendio de la simbología de las flores que la autora recogió en la poesía, la mitología antigua e incluso la medicina. Nació así la floriografía, y entre 1830 y 1880 se publicaron centeneras de diccionarios de flores en Europa y América." Contraportada.
Vanessa Diffenbaugh, autora de El lenguaje de las flores, elige un personaje, Victoria, los 19 años de Victoria, para realizar una labor de compendio de todos esos libros publicados sobre el significado de cada flor.
“El significado de cada flor no es negociable” le explica Elizabeth, una madre de acogida que pretendía convertirse en la madre adoptiva de Victoria cuando ésta tenía diez años. Ella fue la que le enseñó a expresar sus sentimientos por medio de las flores y le regaló su primer diccionario sobre este tema.
Ambas intentaron que su relación madre-hija funcionase. Pero no siempre los que están alrededor ayudan. A veces se crean mal entendidos, que son origen de relaciones con final catastrófico. Y Victoria salió malherida de este intento como lo había salido de anteriores situaciones convirtiéndose en una adolescente rebelde, hermética, desconfiada y con reticencia al contacto físico.
Así Victoria llegó a la mayoría de edad, circunstancia que la puso en la calle sin recursos para sobrevivir. Contaba con el aprendizaje de la simbología de las flores y su amor por ellas. Precisamente su primer trabajo lo encontró en una floristería, la de Renata, quien se dio cuenta del extraordinario don que Victoria poseía.
También las flores le llevaron a conocer a Grant, sobrino de Elizabeth quien cultivaba y vendía en el mercado las flores de sus invernaderos.
La paciencia y el amor de Grant así como el amor maternal de Elizabeth siempre dispuesto a tender puentes para el regreso a casa, fueron determinantes en la evolución de la joven Victoria quien llegó a comprender que el musgo, símbolo del amor materno, crece pese a no tener raíces.
La novela describe los sentimientos que experimenta la joven Victoria, aunque ella misma se desespera porque no los entiende, no los ha aprendido en una familia y no sabe cómo expresarlos: el amor entre madre e hija, la mutua confianza que permanece pese a los errores de ambas, el amor entre un hombre y una mujer –Grant y Victoria-, el respeto y el compañerismo y la mutua confianza en el trabajo y, por fin, el amor maternal que hace que una joven con una vida tan difícil se convierta en una madre “perfecta”.
“Cada veintinueve días, un rectángulo de luz de luna se desplazaba lentamente por el sofá donde habíamos pasado la última noche juntas y todos los meses yo esperaba que la luna me la devolviera. Pero la luna iluminaba mi soledad y yo, sentada a su débil resplandor, la recordaba cómo había sido e imaginaba cómo se habría vuelto. A kilómetros de distancia, notaba cómo mi hija cambiaba. Me habría gustado estar con ella y ser testigo de esa transformación.
Sin embargo, por mucho que ansiara recuperarla, no podía volver con ella. El deseo de reunirme con mi hija me parecía egoísta. Dejarla con Grant había sido el mayor acto de amor que jamás había realizado y no me arrepentía. Sin mí, mi hija estaría a salvo. Grant la amaría como me había amado a mí, con una devoción incondicional, y le prodigaría tiernos cuidados. Eso era lo único que yo deseaba para ella.” Pág. 293
En mi opinión es una novela conveniente para los jóvenes que ya han tenido alguna experiencia en las relaciones de pareja. Presenta la vida de una joven crecida en hospicios y hogares de acogida de los que parece que no ha salido bien parada tal vez por su rebeldía. Pero es una joven buena y trabajadora aunque no conoce ningún límite moral más que una conciencia natural que le indica que hace el mal y por ello siente remordimientos y busca hacer las paces con todos aquellos a los que ha perjudicado. El desconocimiento de una norma moral condiciona a Victoria en el sentido de que se equivoca en sus actuaciones que ella pretende buenas, aunque luego resulte daño para terceros, precisamente por no ser moralmente aceptables.
Pero eso es lo que tendrá que aprender.
Entre las referencias literarias que utiliza la autora en esta novela cabe citar Pollyanna, de Eleanor H. Porter publicada en el año 1913, El jardín secreto, de Frances Hodgson Burnett en 1910 y Un árbol crece en Brooklyn, de Betty Simth, de la década de 1920. También se menciona a la poetisa Elizabeth Barret Browning (1806-1861) una de las poetisas más respetadas de la era victoriana.