El negociado del yin y el yang

Segunda entrega de la trilogía del periodista Rufo Batalla, Las tres leyes del movimiento. Batalla había trabajado en la Cámara de Comercio de España en Nueva York y se embarca en un viaje al Extremo Oriente, Japón y Tailandia, por cuenta del príncipe Tukoolo, aspirante al trono de Savonia.

El yin y el yang, imaginémoslo, son las dos fuerzas que conforman la vida de Batalla; una gris y aburrida que transcurre en Nueva York, y otra, llena de peligros, en el Extremo Oriente. Detrás de cada una de ellas hay una mujer; la primera de ellas es Mónica Coover, la esposa del príncipe Tukoolo, que le anima a viajar, y la otra, que aparecerá en el tercer volumen de la trilogía, Transbordo en Moscú, una rica heredera de Barcelona, con la que contrae matrimonio y le permitirá apoltronarse en una vida sin riesgos.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2019 Booket
376
978-84-322-3855-0

Segundo volumen de la trilogía La tres leyes del movimiento.

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Da gusto leer a Eduardo Mendoza, novelando la vida ordinaria con ese sentido del humor que le caracteriza, y le lleva a caricaturizar a determinados personajes; en El negociado del Yin y el Yang podríamos mencionar al misterioso príncipe Tukoolo, aspirante al trono de Savonia, en la antigua Unión Soviética.

Algunos autores cometen el error de incorporar a sus novelas los ambientes que han conocido en sus viajes, como telón de fondo en el que sitúar la acción; es un modo de engordar el texto y buscar inspiración al imaginar a los personajes en escenarios conocidos; se trata de un error porque rompe la unidad de la obra y hace que ésta se balancee entre la realidad y la ficción. Cuando Mendoza nos habla del reino de Savonia no le pedimos las coordenadas, sabemos que es ficción, por el contrario, si nos habla de Stuttgart o de Tokio ha dado un salto a la realidad y el lector, inconscientemente, traslada la ficción al medio real.

Si Cervantes sitúa a don Quijote en los campos de la Mancha no se detiene a describirlos, se mantiene centrado en su personaje y nos libera de situarlo en un medio que quizá conocemos y dar un salto a una realidad donde el protagonista resultaría grotesco. En consecuencia, los viajes de Rufo Batalla por el planeta no son especialmente apreciables y llevan al autor a introducir una IIª parte en la novela, con la vuelta del protagonista a Barcelona.

Lo mismo cabe decir del argumento; gestionar en el Extremo Oriente un préstamo para el príncipe Tukoolo, dado lo poco que sabemos de él, resulta artificial. A ello vamos a añadir los episodios sexuales que existen en el texto y que afortunadamente no son explícitos; parece como si el autor los introdujese más por costumbre que por necesidades del personaje. Por último, en una nota final, el autor se declara "ateo y aficionado al futbol"; hay que tener en cuenta el sentido del humor de Mendoza al unir dos características tan diversas en una sola frase, pero declararse ateo supone desnudar el alma igual que el sexo supone desnudar el cuerpo, algo innecesario para el que lee.

Dicho lo anterior para justificar mi calificación de la novela, diré que lo que más me ha interesado de ésta son las referencias que se hacen a la Guerra Civil, a Franco y al franquismo. A partir de 1975, año de la muerte del dictador, se ha puesto de moda ignorar el pasado reciente de España, como si no hubiera existido; pero cuarenta años son muchos años en la vida de un país. Se han hecho tímidos intentos a través de la memoria histórica, pero como a la historia la carga el diablo, hemos pasado a la memoria democrática, que permite hacer un uso selectivo e ideológico del recuerdo.

Eduardo Mendoza nació en 1943, vivió plenamente la época franquista y en su familia se recordaría, como en tantas otras, la Guerra Civil; por otra parte tuvo la posibilidad de observar el país desde dentro y desde fuera, Londres y Nueva York, por eso doy un especial valor a sus opiniones sobre ese periodo histórico desde la óptica de la clase media, a la que el autor pertenecía.