El Rey de los pleitos

A un abogado de oficio le adjudican la defensa de un presunto asesino. Mientras prepara el caso recibe la información de que lo cometió bajo los efectos de un medicamento. El laboratorio que lo fabricó, para evitar que esta secuela del fármaco salga a la luz, le propone un pacto, que él acepta.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2003 Ediciones B
414
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2
Valoración Socios
1.5
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Imagen de Odradek

John Grisham descubrió una fórmula infalible. A partir de Tiempo de Matar (1989), se convirtió no sólo en el autor más vendido a nivel mundial durante la década de los noventas. Sino en uno de los pocos que se puede dar el lujo de publicar dos veces en el mismo año con igual aspiración de aparecer en la lista dorada del New York Times.
Su docena de novelas gira alrededor de una temática recurrente: la ley, la justicia, el dinero y los abogados. Su más reciente trabajo no es la excepción: El rey de los pleitos (The king of torts, Ediciones B, 414pp). Una novela a mediana altura dentro de los parámetros cualitativos del autor (mejor que El jurado y El socio, pero muy lejos de su mejor trabajo en El testamento).
Clay Carter es un defensor de oficio que vive sumido en el fracaso. Su novia ricachona está por dejarlo, su empleo no tiene futuro, y acaba de ser engañado por sus colegas para tomar un oscuro caso de asesinato. Sin embargo, las cosas están por cambiar para Carter, a partir de una oferta de un misterioso individuo (digo misterioso porque viste de negro, votas vaqueras y tiene todo el look que usará probablemente Harvey Keitel en la película), dejará atrás su pobreza y se volverá un exitoso abogado en el cuestionable mundo de las demandas colectivas por daños y perjuicios.
Estos son los despachos legales que más rápido se enriquecen. Usualmente representando a cientos o miles de víctimas de los efectos secundarios de algún medicamento (o derrame tóxico como Erin Brockovich) contra una poderosa farmacéutica o tabacalera, estos leguleyos se llevan un jugoso fragmento de las millonarias indemnizaciones a las que acceden dichas empresas con tal de evitar un juicio y la consabida mala publicidad.
Las novelas de Grisham se leen rápido, el autor tiene el talento para estructurar el suspenso, aventando toneladas de dinero, lujos, extravagancia, avaricia, injusticia y morbo para seducir al lector a seguir adelante. Y lo logra.
No importa que el rey de los pleitos, tenga una moraleja más cercana al cine de Hollywood de los cincuenta que al cinismo o ambigua moralidad contemporánea, Grisham quiere "denunciar" a su manera el mundillo sucio y avaricioso de estos nuevos ricos cuyos congresos se vuelven una parodia para elegir el mejor avión. Donde incluso existe una abogada especialista en demandar colectivamente a sus colegas que hayan llevado mal sus demandas colectivas.
La novela de Grisham aparece, intentando conformar en nuestro país, ese sector de mercado tan popular (y cuestionable) en EU y España que es la lectura de verano. Es un libro entretenido que se deja leer sin mayores pretenciones literarias lo que puede resultar atractivo para el lector ocasional y para aquel cansado de las pretenciones literarias que a veces abarrotan las mesas de novedades.

Imagen de arturo e

Como todas las novelas del autor, la obra se lee muy bien y hay alguna que otra sorpresa, pero aparte de aprender como se desarrollan las demandas colectivas en EEUU apenas aporta nada y la intriga no existe