A su paso por Europa, el Orient Express deja un rastro de lujuria, asesinatos, revoluciones e intrigas de Ostende a Constantinopla. Con este planteamiento inicial, y unos personajes inolvidables, Graham Greene construyó uno de los thrillers más ambiociosos y efectivos de la literatura inglesa de todos tiempos. El tren de Estambul, la novela que lanzó a Graham Greene a la fama internacional, presenta ya los rasgos que inmortalizarían a este autor: un talento innato para provocar tensión, una capacidad extraordinaria para crear personajes sólidos y una fuerza narrativa inimitable.
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El tren de Estambul sale de Ostende. En su recorrido se detiene en Colonia, Viena, Subótica (ocho kilómetros antes de Belgrado) y Constantinopla. La historia se divide en cuatro partes que coinciden con esas cuatro paradas y que llevan, como títulos los nombres de esas ciudades.
En Ostende se sube al tren una joven bailarina, Coral Musker, que agobiada por la falta de proyección social y económica en los Países Bajos decide aceptar una oferta de trabajo en Estambul. Toman igualmente el tren un comerciante de pasas, Myatt, un judío al que la fortuna económica parece sonreírle, y el señor Opie, sacerdote anglicano. Myatt viaja a Estambul para arreglar sus asuntos comerciales con Eckman y con Stein, socios que se aprovechan de la distancia para cometer atropellos en el negocio común.
Pero hay otros personajes, como la pareja de lesbianas formada por la joven y bella medio judía Janet Pardoe y la periodista, entrada en años y capaz de entregar a cualquier ser humano por una noticia en primera plana, Mabel Warren.
Mabel Warren descubrirá con frialdad que su amiga se aleja de ella para entregarse a en brazos de un escritor, el señor Savory, al que la periodista entrevista durante el viaje. Y con la misma frialdad planeará sustituirla por la joven bailarina, Coral Musker. Warren descubre, en el mismo viaje, al doctor Czinner, agitador comunista, quien denunció al general Kamnetz y contra el que testificó sin lograr que le condenaran, en Hungría. Tras tal incidente Czinner huyó del país y se nacionalizó en el Reino Unido y ejerció como maestro. Inexplicablemente, Czinner regresaba, lo que podría constituir una amenaza comunista para la estabilidad de la región. Warren veía clara su oportunidad de alcanzar la primera plana con semejante noticia, así que persiguió al doctor y trató de desenmascararlo.
Mientras tanto la compasión que Myatt sintió por la joven bailarina y su debilidad física le llevó a cederle su compartimento durante la noche y la gratitud de la joven provocó que se entregara al joven, judío y rico.
Los afectos y desencuentros que surgen entre estos personajes es la trama sobre la que se va desarrollando la novela.
A través de estos personajes y su interacción, Greene ofrece al lector de forma condensada y no poco profunda, temáticas tan filosóficas como la existencia de Dios, la creencia en Dios, la conveniencia de la creencia en Dios, las consecuencias de la Ilustración y del Cientificismo en la atonía religiosa de la sociedad, el concepto claro del amor como entrega y del amor como comercio y prostitución, la diferencia entre la confesión como sacramento en la religión católica y la asistencia del psicólogo, el pensamiento filosófico que sustenta la postura comunista y sus consecuencias…
Todas estas ideas están tan bién enlazadas y tan sutilmente insinuadas que no resultan pesadas o farragosas para el lector. En medio de tanta corrupción social siempre queda un resquicio para que el ser humano utilice su libertad para ayudar al desfavorecido o para realizar una obra buena. No todos los seres humanos, no. Pero sí algunos, aquellos que siempre actúan en servicio de los demás.
Un relato que podría haberse escrito en 700 páginas y que se concentra en 367. Graham Greene ha sabido recortar lo superfluo y permite así que la imaginación del lector encuentre un camino por el que completar lo que no ha sido escrito directamente por el autor.