Se acerca la hora del examen y, ya se sabe, a los alumnos se les desata los nervios ¿Cómo responder a una pregunta de una materia que no se acabó de entender? Aún peor, ¿qué contestar cuando no se tiene ni la más mínima idea? La respuesta en blanco es pecado y alguna cosa hay que escribir. El instinto de supervivencia del estudiante le impulsa a garabatear lo primero que le pasa por la cabeza. Entonces, por supuesto, sucede lo peor: el inocente gazapo, el despiste por las prisas o la solemne burrada.
Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
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1998 | Círculo de Lectores |
221 |
84-226-7326-6 |