Hood

La batalla de Hastings puso el reino anglosajón en manos de las tropas francesas. Aunque Gales quedó al margen, poco a poco los señores galeses fueron despojados de sus tierras. El autor imagina que el hijo de uno de estos príncipes desposeídos se refugia en un bosque y combate al invasor... Una historia inmortal repleta de fantasía.

Ediciones

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2008 Timun Mas
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Hood, de Stephen Lawhead, es el primer libro de una trilogía que recrea las leyendas sobre Robin Hood aunque con cambios significativos: no se ambientan en Inglaterra sino en Gales y están entremezcladas con otras leyendas populares galesas; tienen lugar en 1093 cuando reinan los hijos de Guillermo el Conquistador, y no en la época de Juan sin Tierra y Ricardo Corazón de León de dos siglos después. El autor explica sus elecciones en un epílogo: la impenetrabilidad de Gales a la conquista normanda, la densidad de sus bosques, la maestría de los galeses en la fabricación y el uso del arco largo... El protagonista, llamado Bran, es el joven y alocado hijo del rey de Elfael que, al comienzo de la historia, fallece junto con sus hombres en una emboscada. Cuando Bran intenta que le sean reconocidos sus derechos hereditarios es perseguido y dado por muerto. Gracias a los cuidados que le presta una hechicera del bosque se recupera físicamente y también se hace consciente de su destino: aceptar el liderazgo de su gente y luchar por ellos. En esta novela se presentan el conflicto que origina la lucha del protagonista; su mundo interior un tanto convulso; quiénes son sus compañeros y sus enemigos; su relación con lady Mérian. Al final, el lector queda situado: conoce la frágil posición de Bran en medio de un juego de intrigas a varias bandas. Al fondo, se ve que todo está regido por una leyenda-profecía sobre un Rey Cuervo —Rhi Bran—, que Bran escucha de labios de la hechicera cuando está convaleciente.
A la espera de cómo aborda las siguientes novelas de la serie, se puede alabar el trabajo del autor. A partir de un capítulo introductorio excelente, la narración coge un paso tranquilo que se sigue con el interés de una novela clásica de aventuras. Los personajes se van definiendo bien de acuerdo con sus acciones, la tensión de las escaramuzas guerreras está conseguida y, poco a poco, el lector siente crecer sus deseos de que los malvados reciban por fin su merecido. Los ambientes medievales están reflejados sobriamente y las descripciones son buenas; algunas escenas están particularmente cuidadas, como las que dan protagonismo al bosque y la que narra la fabricación del arco y las flechas que usará Bran. El autor se toma en serio a sus personajes y evita cualquier clase de ironía torpe, al tiempo que refleja la mezcla de fe y barbarie de algunos comportamientos. Tal vez le sobren los ribetes misteriosos-esotéricos que tiene Angharad, la hechicera, aunque ciertamente no es un aspecto en el que se cargue la mano.
De momento, por tanto, se puede decir lo mejor de un relato así: que abre los deseos de leer la segunda parte con la esperanza de que se mantenga el nivel.