La hora del lubricán

Seis estudiantes conversan en un aula de la Facultad de Derecho en la calle San Bernardo. Hoy no han tenido clases y no saben por qué. 1956: año de conmoción y revueltas en la Universidad.

«Cuando vengan los míos, un catedrático ganará más que un ministro, como debiera ser». «El Régimen iba a caer y, maldición, que se tambaleaba, salvaba el bache, se volvía a asegurar sobre sus patas. No había manera».

Así empieza la historia: treinta años de la vida de seis amigos, amores y desamores, ilusiones y fracasos, con el apoyo siempre firme de la amistad leal. Es también una espléndida versión de treinta años de la historia española reciente, desde un observatorio excepcional, con un punto de vista distinto del común y una maestría narrativa asegurada desde el primer libro de esta autora.

Algunos lectores podrán reconocer personajes en esta novela, premiada por unanimidad, que es a la vez una crítica política y social agudísima, donde el humor, las emociones y los hechos desvelan el espíritu de una época reciente de España.
 

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2009 El buey mudo
328
978-84-937417-6

Título de la edición de 1993: El lubricán.

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Género: 
Libro del mes: 
Diciembre, 2009

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Imagen de enc

La primera dificultad que presenta la novela es averigüar el significado de la palabra "lubricán". El diccionario de la RAE nos remite a "crepúsculo" y define éste como la claridad que hay antes de que salga el sol o después de que se ponga; por analogía la fase declinante de algo. Existe una dificultad, y es que etimológicamente hace derivar la palabra del latín lupus (lobo) y canis (perro), lo cual no tiene nada que ver con el crepúsculo sino con el mítico cruce entre perro y lobo. La autora parece darle éste significado cuando habla de "un perro entre los lobos y un lobo entre los perros".

García-Valdecasas escribe la historia de una generación -la suya- híbrida, que no se identifica con los valores de sus padres y espera unas nuevas realidades que identifica con la modernidad. Es la generación que en el ámbito eclesiástico pasó del autoritarismo del Cardenal Segura al desconcierto posterior al Concilio. De aceptar las indicaciones de los padres sobre el matrimonio a casar a sus hijas embarazadas. Lubricán fue, por último, esa masa inmensa de españoles que no rechazó los valores que suponía el franquismo -orden y desarrollo económico-, pero aceptó sin pestañear la transición a una monarquía constitucional.

La novela se sitúa entre los años 56 y 86. Cuenta la historia de un grupo de amigos a los que introduce en los acontecimientos políticos que se vivieron en ese periodo: desde la oposición al SEU en la Universidad de Madrid en 1956, Don Juan de Borbón en Estoril, el Congreso de Munich, Don Juan Carlos de Borbón jurado por las Cortes como sucesor a título de Rey y, finalmente, el advenimiento de la democracia. Es el intento de escribir la memoria de una época a través de unos personajes.

Hablamos de un grupo de amigos, pero uno destaca entre ellos: Carlos Aguilar. La dependencia respecto de su madre, doña Nieves, y sus fracasos afectivos impulsan la novela. Carlos se ve atrapado entre el respeto debido a su progenitora y el amor de Elena. La historia termina, treinta años más tarde, con la boda de la hija de Carlos y la muerte de doña Nieves. La trama puede parecer infantil e incluso femenina (pido perdón por unir ambos términos), pero transmite perfectamente la congoja y el fracaso del personaje.

¿Qué ocurre con los demás miembros del grupo: Fernando, Manuel, Poli o Pirracas? La autora no alcanza a hacer un seguimiento en paralelo de todos ellos y sus historias parecen estorbar la narración principal, pero queda claro el espíritu de grupo y una amistad que se prolongará a lo largo de las décadas. El escenario es Madrid -siempre Madrid- aunque la autora ponga en boca del andaluz Fernando una frase sorprendente: "Odio a la Generación del noventa y ocho que inventó Castilla. Lo único que existe es Andalucía y Levante, el Mediterraneo, las antiguas culturas" (pág141). Ahora no es el momento de comentar esa afirmación, salvo en el hecho de que resulta sorprendente en esa época.

La obra se lee muy bien. Blanca domina la técnica de la novela y su estilo no cansa. La intervención escalonada de los protagonistas engancha al lector y el manejo de los tiempos y las escenas permite hacer el relato de treinta años sin saltos aparentes. De todas formas hay mucho material sobrante y la costumbre de abrir la novela con una escena perteneciente al final del relato dificulta la tarea de descubrir su hilo conductor. Lo mismo hay que decir sobre el uso indistinto de nombres y sobrenombres para los mismos personajes: confunde. Recomendaría la lectura de "La hora del lubricán" a aquellos que quieran instruirse sobre las técnicas para escribir una novela.

Imagen de pepo

Con ese estilo tan peculiar, elegancia, expresión, gusto, García-Valdecasas nos introduce con esta novela en la época de la transición española (1956-1986); dictadura, monarquía, república... Protagonizada por un grupo de amigos universitarios con distintas personalidades y caracteres distintos que en su paso de jóvenes a adultos nos permiten recorrer esa parte de la historia de España de forma amena y emotiva. 

Imagen de José Ignacio Peláez Albendea

"Siempre la claridad viene del cielo / Es un don (...)"

Así comenzaba su primer poemario -"Don de la ebriedad", publicado en Adonais- el poeta zamorano Claudio Rodríguez, Premio Príncipe de Asturias de las Letras de este año. Y citando estos versos, nos hablaba a un grupo de universitarios Blanca García-Valdecasas, un atardecer del otoño madrileño en la sala de estar de su casa de Aravaca: "el escritor, como todo artista, tiene un contrato privado con el Creador, que le compromete, como una madre con su hijo...". Quizá estas palabras suyas constituyan el resúmen más completo de la actitud con la que se enfrenta al oficio de escribir esta autora granadina, que se mantiene fuera de la pomada de los autores de moda pero no desmerece a los de más calidad. Su obra es reciente y, hasta ahora, breve: su primer libro de relatos "La Puerta de los Sueños" obtuvo el Premio Fastenrath de la Real Academia de la Lengua. En 1986
 publicó "Clara de ninguna parte" y, en 1987, "Por donde sale el sol" segundo Premio Internacional de Novela Plaza & Janés. Ese mismo año obtuvo el Premio Hucha de Oro de Cuentos. En 1989 fue condecorada con la Orden de Gabriela Mistral por su aportación a la cultura hispanoamericana. Es autora también de literatura infantil y juvenil con títulos como "Los Chicos de la mañana", "Los Vandalos" o "Una sombra muy fresca". Pero, sobre todo, es una madre de familia y en toda su obra aparece presente esa actitud ante la vida; quizá por este motivo, hace particularmente amable su lectura...

Algún lector podrá pensar que no viene a cuento la condición de madre de familia de la autora, pero sí viene y mucho, pues los personajes de sus novelas aparecen como envueltos por una mirada amorosa, de ternura, parece que sienten el calor de la mirada de la autora, gozando como una criatura con la sonrisa de su madre. Esto sucede también con los personajes de su última novela publicada, "El lubricán": Fernando, Alvaro, Lucía, Manuel, Beatriz..., constituyen un grupo de estudiantes universitarios situado temporalmente en los años 50; son personajes
 bien definidos, que van evolucionando a lo largo de los treinta años de desarrollo de la novela (1956-1986), al compás de acontecimientos históricos: la revuelta en la Universidad española del 57, los esfuerzos democratizadores realizados por D. Juan desde su exilio en Estoril, el desarrollo económico, los últimos años de Franco, la etapa de la transición democrática y los gobiernos de Adolfo Suárez, y los primeros años del gobierno de Felipe González.

Sobre todos esos acontecimientos históricos proyecta una nueva luz, se acerca a ellos desde su particular visión. Y quizá sea este otro de los importantes logros de esta novela: la nueva luz, el distinto punto de vista que toma la autora, que atrae por lo desacostumbrado. Pues, en efecto, es abundante la narrativa sobre ese periodo de nuestra historia bien desde el exilio, bien desde posiciones que podríamos llamar, simplificando mucho, de
 izquierdas. "El lubricán", sin embargo, se acerca a la historia de los años 56-86 españoles recreando con estilo y personajes propios -aunque no deja de frecuentar alusiones a personajes reales- como la vivió la oposición monárquica al régimen de Franco. Este original punto de vista y el retrato que realiza de la evolución de la mentalidad y costumbres de la clase media española a lo largo de los treinta años que costituyen el arco de la
 novela, son algunos de sus principales aciertos.

Acierto este último y... quizá por ahí se puede haber colado a la autora algún gazapo. En mi opinión, la última parte de la novela puede haber caído en la desmesura al tratar la evolución de la mentalidad y costumbres de la mayor parte de los personajes que, aunque corresponda a la realidad social e histórica que dibuja, en la particular recreación novelada de la autora aparece desmesurada. Esta cierta falta de equilibrio narrativo en la parte final de la novela y algunas expresiones que emborronan la frescura del texto (que dicho sea de paso, no sabemos si se deben a la autora o la edición algo descuidada), no empequeñecen, sin embargo, el valor de "El lubricán".

Se agradece finalmente a la autora que no haya caído en ese vicio tan común a algunos de nuestros narradores: la presentación exclusivista de personajes de cloaca, que parece que no piensan nada más que en satisfacer sus instintos (1); no cabe duda que "haberlos, haílos", y seguramente más que las meigas del famoso contertulio gallego, pero ese reduccionismo de la sordidez provoca, sin duda, que se nos caigan de las manos algunos de los mejores intentos de nuestra narrativa; con más motivo, cuando lo que se pretende es recrear una época levantando acta notarial de lo que
 sucedió, pues supondría traicionar ese esfuerzo escarbar en la podredumbre -que sin duda la habría- sin dar cuenta también, y en su justa proporción, de todos los empeños nobles. No cae Blanca García-Valdecasas en esa trampa y la supera con elegancia y fuerza, sacando a relucir lo mejor de sus personajes, sus pasiones más nobles, sus intentos más libres, sin desconocer sus errores y sus sombras, pero sin refocilarse en ellos: son
 personas que gozan, que rezan, que tienen un proyecto de vida, en una palabra, personajes humanos que son personas en su más genuino sentido. Y quizá en este logro tenga mucho que ver esa mirada de ternura de la autora que sabe dejar a cada personaje que sea libre, él mismo, sí; pero
 lo mejor de sí mismo, como las buenas madres.

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(1) Es verdad que se puede hacer buena literatura explorando esos mundos, pero la literatura que perdura, en mi opinión, es aquella que aún narrando las conductas más sórdidas, sabe extraer de ellas lo que hay de más humano.

Imagen de Azafrán

El acelerón cultural y el cambio social de la segunda mitad del siglo XX, supuso para la sociedad una inmersión en las consecuencias de las nuevas leyes que quieren definir la Europa democrática del siglo XXI.
Llega un momento en que el cambio empuja al cambio, en una sucesión helicoidal sin fin. Para ser postmoderno hay que cambiar de concepción del mundo. Porque bajo la opresión del régimen franquista, el español no podía ser feliz. Unos creían que el progreso del país se daría con la vuelta a la monarquía que el Caudillo retrasaba inexplicablemente. Otros sostenían que sólo el regreso a la república comportaría progreso social y económico. La muerte de Franco supuso un desafío para todas estas suposiciones. El pueblo aceptó la monarquía y se sometió al juego democrático, por mayoría.
La democracia trajo un cierto progreso y el fuerte impacto de leyes como el divorcio, el adelanto de la mayoría de edad, la igualdad ante la ley de ambos sexos, etc. La pregunta del millón siempre es la misma: tras todos esos cambios ¿el ciudadano español es más o menos feliz? ¿Es tan feliz al menos como los españoles que en aquella noche heladora del 20 de noviembre de 1975 permanecieron durante horas en una interminable fila para rendir homenaje al caudillo?
Blanca García-Valdecasas sumerge al lector en el vertiginoso cambio social que muchos de los lectores actuales hemos vivido. Hoy, mediante el argumento de esta novela, podemos reflexionar sobre las consecuencias para nuestro vivir diario que todos esos cambios en el ordenamiento jurídico nos han acarreado. Y podemos decidir con la perspectiva que dan la vida ya vivida, si esos cambios legislativos y sociales nos hacen más o menos felices, si vivimos en paz con nosotros mismos y si podemos sonreír a los demás como quien ha alcanzado el sueño de libertad y democracia.
Esta novela no es otra cosa que la historia de seis estudiantes de derecho –quizás apunta la autora a los cambios legislativos- que no se resignan a pasar por la universidad sin participar de algún modo en los cambios que parecen convulsionar al país desde los años últimos del franquismo. Quieren participar pero no tienen muy claro a qué grupo político o ideológico pertenecen: monárquicos, republicanos, de derechas, de izquierdas, de centro… Prácticamente todos los personajes que desfilan por la novela cambian de partido, evolucionan, no saben a qué carta quedarse.
Lo más importante de la novela es la vida misma de esos seis estudiantes y su devenir; su paso de jóvenes a adultos, su elección de pareja, su forma de entender la familia y la amistad. Por eso la autora llega a captar la atención del lector: porque lo que cuenta es la vida misma tal como le hemos vivido.
Con Franco, sin Franco, con democracia, con monarquía, con república, el ser humano sufre principalmente las consecuencias de sus propias pasiones y miserias. Es cierto que con pan las penas son menos penas y que el desarrollo democrático parece que trajo consigo un desarrollo económico. Pero la pena, el desencanto campa en la vida personal, ahora como antes. Todos buscamos ser felices y entendemos, a veces equivocadamente, que la felicidad pudiera estar en hacer otra cosa diferente de aquella que vivimos. Ojalá fuese otro, viviese de otra manera, hubiese tomado otro camino…
El protagonista, de algún modo personaje central, es Carlos, hijo de un comerciante fallecido dos años después de su nacimiento con toda clase de honores militares. Pero el lector descubre que el tal honorable fallecido no lo fue tanto a la hora de reconocer a un hijo habido fuera del matrimonio, Ricardo, que pese a la desventaja de su origen consigue llegar a catedrático de universidad y termina ayudando a su medio hermano, Carlos.
Carlos vive una juventud controlada por una madre obsesiva y dominante. Parce un joven sano que no se entera muy bien de los vicios en los que viven los que le rodean. Se enamora de una joven inteligente, Elena, a quien termina abandonando a instancias de su autoritaria madre.
La novela comienza y termina con la boda de la hija de Carlos, Reginita, embarazada de dos meses.
El relato recoge, a modo de pinceladas, los principales hechos históricos, tanto nacionales como internacionales, en los que España toma parte. La influencia del Concilio Vaticano II también supuso un cambio de concepción de la vivencia de la religión en España. O por lo menos, lo que parte del clero entendió como las enseñanzas del concilio ya que se trataba de un país con una gran mayoría católica.
Otro tema presente en la novela es la homosexualidad: Carlos tuvo un compañero con esas tendencias, Luis – ¿alusión a Luis Cernuda?-. La hija de Carlos, la pequeña, Nieves, también es homosexual. ¿Cuál es la diferencia? En el franquismo, la homosexualidad se daba ocultamente; en la democracia, más abiertamente. ¿Son más felices los homosexuales de ahora?
En cuanto a la forma narrativa, la autora utiliza categorías gramaticales que sorprenden al lector:
“Se llamaba Carla. Un nombre poco corriente, ni siquiera bonito; de pronto le daba cortedad de genio, qué hago yo aquí hablando con esta infancia…” pág. 314
Utiliza aposiciones explicativas:
“En su dormitorio lloró hasta ahogarse, llanto que le impedía cualquier idea, mudo de pensamientos.” Pág. 163
“Los ojos castaños tenían como un velo por encima, ojos ciegos.” Pág. 285
Le gusta utilizar elipsis. Periodos oracionales muy largos que a veces obligan al lector volver a releer para encontrar el sujeto gramatical.
Un lirismo exquisito recorre los capítulos en los que la autora analiza los sentimientos de Elena hacia Carlos y la saudade en la que vive Carlos tras su rotura con Elena:
“Ahora la rosa era Chopin, el cielo oscuro el lomo del piano, el piano el salón. El salón el mundo en casi penumbra, el mundo un dolor en su costado. “ Pág. 160

Imagen de acabrero

El sentido de la vida de cada persona, la sabia y prudente elección en los momentos decisivos de la existencia, tiene una repercusión que a veces se ve con claridad, y muchas veces no se quiere reconocer. Seguramente lo que más impresiona en esta novela es como se desarrollan los acontecimientos en las vidas de unos cuantos amigos. Se ven personalidades distintas, caracteres distintos, familias distintas, y esto en un entorno de seis amigos muy íntimos, con una amistad que se prolonga de modo efectivo durante muchos. La cena de los miércoles, durante años, es algo verdaderamente envidiable. Lo demás, el ambiente histórico, tiene un interés distinto para los que lo hemos vivido, aportando un componente nostálgico, que para los más jóvenes, para quienes es una información atrayente de lo que pasó, una recreación amena de la transición. Todo en un clima de tradición cristiana palpable y con un estilo literario que es único y original de Blanca.

Imagen de raranega

Lo que leido hasta ahora de Blanca García-Valdecasas, me ha encantado. Tiene pocas novelas editadas (por lo menos que yo conozca). Cuando comienzo a leer un libro de esta autora lo primero que me llama la atención es su forma de escribir ("atípica"). En este título describe muy bien unos años difíciles en España vistos a través del protagonista. Es grato de leer, aunque a veces describa sutuaciones agrias.

Imagen de Porto

¿Qué voy a decir después de todo lo expuesto? Sencillamente que merece el leer una novela como ésta, llenarse de ella, de su modo fluido de narrar, de la belleza del relato