La librería encantada

El matrimonio formado por Roger y Helen Mifflin, protagonistas de “La Librería Ambulante”, otra novela anterior del autor, aparece en esta segunda parte cómodamente instalado en una tranquila calle de Brooklyn, donde han abierto una librería dedicada a vender sólo volúmenes de segunda mano. En el local se reúne un selecto grupo de tertulianos denominado “El Club de la Mazorca”. Uno de sus miembros, un rico comerciante, quiere enviar a la librería como empleada a su hija única porque piensa que sería una interesante experiencia educativa. Mifflin acepta encantado y, a partir de ese momento, una joven de dieciocho años llamada Titania se convierte en el personaje clave de la trama. La obra se centra, como su precedente, en el amor a los libros, la importancia de seleccionar cuidadosamente las lecturas y rechazar los libros puramente comerciales. Sin embargo, el argumento deriva pronto hacia una intriga relacionada con el espionaje y con los mensajes cifrados que un cliente enviaba escritos en las páginas de ciertos libros. Además, la presencia de la nueva dependienta da lugar a que entren en juego elementos sentimentales que son los encargados de conducir la historia a un desenlace satisfactorio. Muy bien escrita, impregnada de humor sutil, la novela encierra referencias tan numerosas como interesantes sobre autores y títulos de la literatura anglosajona, clásica y de comienzos del siglo XX. La ambientación, situada en el interior de una librería realmente encantadora, resulta sugestiva y los personajes, sobre todo el matrimonio Mifflin, Titania y un joven creativo publicitario que frecuenta la librería, son sumamente atractivos. Amable, divertida, sencilla de forma y cuidadosamente elaborada de contenido, la obra, fechada en 1919, se lee todavía hoy con interés y agrado.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2013 Periférica
320
978-84-92865-70-3

Colección: LARGO RECORRIDO

Valoración CDL
3
Valoración Socios
3
Average: 3 (3 votes)
Interpretación
  • No Recomendable
  • 1
  • En blanco
  • 2
  • Recomendable
  • 3
  • Muy Recomendable
  • 4

3 valoraciones

3
3
Género: 

Comentarios

Imagen de enc

Después de leer "La librería ambulante" -una verdadera delicia-, "La librería encantada" ha hecho bueno para mí ese refrán que dice: "Nunca segundas partes fueron buenas". Si en la primera los protagonistas, Helen y Roger, se desplazan en una librería ambulante arrastrada por un caballo, ahora están en Brooklyn, Nueva York, en un establecimiento con libros de segunda mano. Si en aquella se citaban de pasada dos o tres autores norteamericanos, bien conocidos, como Mark Twain, Walt Whitman o David Thoreau, en ésta Roger nos proporciona un alud de información sobre autores en lengua inglesa desconocidos para el lector español (habría que exceptuar a Chesterton y Carlyle). Si en una los protagonistas son Helen y Roger, en ésta los protagonistas libros en si mismos, y el resto es accidental. Quizá el autor imita a Chesterton al utilizar la trama de una novela policiaca para transmitirnos sus ideas sobre la lectura, pero la tesis alcanza una proporción exagerada respecto del argumento, desfigurando la novela.

No voy a dejar de señalar en "La librería encantada" el mismo humor y la misma sencillez en los personajes, que hicieron tan agradable la lectura de la obra anterior de Christopher Morley.

Dos cuestiones me han llamado la atención en este volumen. En primer lugar la referencia a la Primera Guerra Mundial -la novela fue publicada en 1919- y al desequilibrio que, como todas las guerras, produjo entre la población. Copio de Morley: "La terrible catastrofe de la guerra les ha hecho ver que sus mentes están enfermas. Todos leemos con hambre y ansia, intentando comprender, una vez que han terminado los problemas, qué les sucede a nuestras mentes". El autor viene a decir que los libros son buenos para los momentos de crisis. Cuando el mundo gira en sentido contrario de lo que debería, los libros están ahí para recordarnos que existen otros escenarios y otra forma de vivir.

La segunda cuestión se refiere a los compradores de libros de segunda mano. Relata Roger como existe en Filadelfia una asociación de compradores de libros usados, y como el grupo celebra una cena anual para hacer recuento de los hallazgos más felices del año. En efecto, no hay nada más feliz para un amante de los libros que encontrar un título excelente entre los libros de oportunidad. Doy fe de ello, y hoy hay a la venta multitud de libros de segunda mano ¡por un euro!

Imagen de Azafrán

Roger y Helen Mifflin abren una librería en el barrio neoyorquino de Brooklyn. Se trata de una librería de segunda mano a la que acuden a pedir consejo amantes de la lectura. Un hombre, a quien la fortuna le sonríe en el difícil periodo de entre guerras, envía a su joven y bella hija, Helen, a convivir con los Mifflin que es como decir a convivir con la cultura. Ambos le preparan un acomodo en su modesta casa pero lo más importante será la selección de libros que colocarán en su dormitorio.
A la librería llega el representante publicitario del padre de Helen con la intención de captar como cliente al propietario de la librería. Y a partir de ese momento se desarrolla una aventura policíaca en la que desaparece y aparece un libro que parece contarse entre las preferencias del presidente de los EEUU y que constituirá la base de una sofisticada bomba.
El joven publicista aprecia movimientos extraños en la librería que considerará como encantada desde ese momento. Con la única pretensión de proteger a Helen, hija de su principal cliente y de quien estaba enamorado, realiza una serie de investigaciones que darán como resultado el descubrimiento del intento de atentado contra el presidente y la confabulación de miembros secretos del nazismo alemán.
Lo más importante es el conjunto de ideas que sobre el valor del bibliotecario y su función social así como la responsabilidad en la difusión de buenas obras de literatura de aquellos que se dedican al comercio de los libros.
“Por eso el negocio se llama La Librería Encantada. Encantada por los fantasmas de los libros que no he leído. Pobres espíritus inquietos, caminan y caminan a mi alrededor. Y sólo existe una forma de poner a descansar el fantasma de un libro: leyéndolos.” Página 148.
“¿Qué miserables son los sustitutos de la alegría y la pena que se les ofrecen! Día tras día veo a las hordas de gente que acuden al teatro y al cine y estoy seguro de que la mitad de las veces van a ciegas, creyendo que saldrán satisfechos, cuando en realidad no les dan más que vil morralla. Y lo más triste de todo es que si uno se convence de que le basta con comer morralla, luego no tendrá apetito para el género de verdad.” Página 133.

Imagen de Ran

Novela sin pretensiones un tanto inocentona, escrita con fluidez, a veces, empañada con una erudición libresca, con la que el autor pretende fundamentar el interés educador de los libros en la sociedad y, aplicándolo especialmente a sostener su tesis pacifista a la que dedica dos grandes peroratas, cuyo interés queda a juicio del lector.
Es de destacar, casi al principio del relato, un alegato acerca del interés cultural y social, del papel que juegan las librerías, y más concretamente los libros, recalcando su interés altruista en contraposición con una postura mercantilista de algunos negocios de libros, distraídos de divulgar la verdadera cultura a través de libros de interés, centrándose en el éxito comercial.
Por lo demás, la obra se lee bien, con una intriga relacionada con el espionaje y el terrorismo que se resuelve satisfactoriamente sin especial complicación; el autor nos ofrece un rato de relax y distracción.