La princesa de Éboli

Memoria de una mujer excepcional:Ana de Mendoza, Princesa de Éboli, quien por su belleza e inteligencia provocó la atracción y el rechazo de los hombres más importantes de su época.Implicada en una trama política y sentimantal, al lado de Felipe II y astuto secretario, Antonio Pérez, la Princesa de Éboli luchó por sus derechos con fuerza y decisión inusuales en una mujer de la España del siglo XVI.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2007 Martínez Roca
186
84-270-3195-1
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Imagen de Azafrán

Ana de Mendoza y de la Cerda, única hija de tan importantes casas, sería la esposa dada por el rey Felipe II a Ruy Gómez de Silva, Príncipe de Éboli. Aquél fue el título que el rey entregara a Ruy por sus servicios como Secretario. Éboli es una ciudad situada al borde del río Sele y a 20 kilómetros de Salerno en la región de la Campania napolitana.
Vivió 15 años de casada y tuvo12 hijos, la mitad de los cuales llegaron a edad adulta. La propia Princesa de Éboli y Duquesa de Pastrana narra su vida, en la novela de Almudena Arteaga, a su hija menor en los postreros momentos de su vida. Mientras vivió Ruy, disfrutó de su vida en la corte y disfrutó de la amistad de Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II. Pero, a pesar de las preferencias manifiestas de la joven reina a favor de Ana de Mendoza, el rey Felipe II nombró a la Duquesa de Alba camarera real. No disfrutó pues de la confianza del rey quien vería en su conducta devaneos y frivolidades.
Con la muerte de su esposo, Ruy, Ana intenta recluirse en el convento de carmelitas de Pastrana, pero su caprichoso carácter consigue que las monjas abandonen el convento a pesar de ser un convento de su propia fundación y sostenimiento.
A partir de ese momento, intima con Antonio Pérez, secretario del monarca, sin que haya constancia histórica de la relación. Entre ambos y el rey convienen en eliminar a Escobedo, secretario de Juan de Austria, venido de los Países Bajos en busca de sostén económico para la campaña militar en Flandes. Escobedo es asesinado en una calle próxima a la vivienda de Ana de Mendoza, en Madrid, durante la noche.
Antonio Pérez consiguió que Felipe II negase la ayuda mediante intrigas y difamaciones sobre la persona de Juan de Austria. Al morir Juan de Austria, Felipe II descubrió toda la verdad sobre el recto proceder de su hermanastro lo que provocó la caída de Antonio Pérez y el sentimiento de culpabilidad del rey por la muerte de Escobedo. Comenzó un proceso contra Antonio Pérez y la Princesa de Éboli. El rey intentó recuperar cartas comprometedoras sobre su participación en la muerte de Escobedo. Dichos documentos estaban en posesión de Antonio Pérez quien los utilizó en provecho propio para conseguir su libertad. Sin embargo, Ana de Mendoza y de la Cerda terminó sus días privada de libertad en su casa de Pastrana. Fue acusada de conducta inmoral y mala administración de su patrimonio. También fue privada de la tutela de sus hijos. Todos estos hechos se los relata la propia Princesa de Éboli a su hija menor poco antes de su muerte. Al final de su relato reconoce llena de pena que fue feliz en su matrimonio y que Antonio Pérez, aunque demostró pasión en su relación amorosa, realmente no la amó, sino que se aprovechó de su situación social y económica; la enredó en sus intrigas palaciegas y la abandonó a su suerte.
Almudena Arteaga dibuja a una Princesa de Éboli caprichosa, hermosa y frívola, consciente de su posición social, que se enfrenta orgullosa incluso a Felipe II. Aunque mucho se ha especulado sobre una relación amorosa entre Felipe II y Ana de Mendoza, lo cierto es que la historia no puede demostrar nada documentalmente. La autora no menciona tal posibilidad. Más bien presenta a un Felipe II dedicado a su labor como monarca y a su matrimonio en busca de un heredero para la corona. Una vez conseguido un heredero de su cuarta esposa, Ana de Austria, se dedica a las tareas de su reino guiado por un fuerte espíritu religioso.