Pedro, protagonista de La sombra del ciprés es alargada, es huérfano desde su niñez. A instancias de su tío y tutor viene a parar para su educación al hogar sombrío de don Mateo Lemes, en la austera y recoleta ciudad de Ávila. Preceptor esforzado pero pésimo pedagogo, don Mateo educará al muchacho en la creencia de que para ser feliz, o al menos para no ser desgraciado, hay que evitar toda relación con el mundo, toda emoción o todo afecto. Sólo la vitalidad y juventud del protagonista podrán, años después, ayudarle a superar el pesimismo inculcado. Sin embargo, los acontecimientos parecen obligarle a recordar lo aprendido... Delibes, con un impecable estilo que asombra aún más por cuanto se trata de su primera novela, consigue una espléndida obra donde la muerte, que rodea y golpea constantemente al protagonista, es vencida, finalmente, por la esperanza.
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En el 75 aniversario de su
En el 75 aniversario de su premio Nadal, vuelvo a leer esta novela que ya había leído hace mucho tiempo y de la que guardaba un buen recuerdo. El paso de los años y la mucha literatura hacen que mi visión sea ahora más crítica con esta ópera prima de Delibes que en la primera lectura. Cuando Delibes escribió esta novela tenía solo veintisiete años y, aunque ya se vislumbraban sus trazas de gran escritor, el texto no alcanza los niveles de otras de sus obras. La prosa es barroca en exceso y las reflexiones del atormentado personaje que narra su historia en primera persona adolecen de una prolijidad que ralentiza innecesariamente una trama por otro lado interesante. El tema de fondo es muy profundo y está bien planteado, pero el texto está teñido de una melancolía y un pesimismo que contrastan, de manera un tanto paradójica, con la profunda fe y la visión trascendente del narrador. Coincido con el comentario de mgarregui: no es un libro para leer si se está atravesando un momento gris en la vida.
Un niño huérfano, con un tutor frío, llevado a vivir en medio de una familia triste cuyo cabeza es su profesor, con una separación desgarradora de su mejor amigo y alido de juegos, con una vida mediocre que aspira simplemente a no sufrir más... y cuando parece que consigue ser feliz... no voy a contar el final. Si este libro fuera inglés lo habría escrito Dickens, y si fuera español pero de otro autor, sería de Galdós. Está escrito con mucha soltura y es muy ameno de leer, y fácil. Contiene una explicación muy buena de la contradicción Dios-sufrimiento, sin llegar a ser un "clase de catecismo". A mí me ha parecido muy bueno, y lo recomendaría vivamente, siempre y cuando mis amistades no estén pasando un momento gris en su vida.
Aunque como dice el propio autor a esta novela le sobra toda la segunda parte (quitémosla), aunque su lenguaje, en boca del novelista, es demasiado barroco (a la vuelta de los años la prosa de Delibes será sencilla, clara, castellana), aunque se nota que es una novela de juventud, primeriza (o quizás por eso) contiene una fuerte dosis de poesía. Uno recuerda con temblor el frío de Cuatro Postes, las lágrimas vertidas por todos, los juegos, el dolor... Buena novela iniciática, a pesar de todo. Y entre el primer Delibes y el último me quedo con el de esta novela.