Los usurpadores

Escritos -salvo "El inquisidor" (1950)- entre 1939 y 1947, los relatos reunidos en Los Usurpadores significaron la reanudación de la brillante trayectoria literaria de Francisco Ayala, interrumpida por la Guerra Civil y el exilio. Inspiradas en personajes bien conocidos de nuestro pasado, como Enrique III el Doliente o Carlos II el Hechizado, y marcadas por las dolorosas experiencias desencadenadas por el conflicto bélico, la idea en torno a la cual giran las narraciones que integran el volumen no es otra que la de que "el poder ejercido por el hombre sobre su prójimo es siempre una usurpación."

Ediciones

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1999 Alianza Editorial
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¿“Quien conoce en verdad, su propio destino”? esta pregunta es el motivo en que se basan los relatos que integran el volumen de este libro, siete narraciones que se intercomunican de diversas maneras, pero todas ellas giran alrededor de la idea de que “el poder ejercido por el hombre sobre su prójimo es siempre una usurpación”
El autor en sus escritos pone de relieve las pasiones crudas del hombre y con un mal velado tono anticatólico, que rezuma bastante resentimiento.

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"El poder ejercido por el hombre sobre su prójimo es siempre una usurpación". Esta idea, expuesta en el prólogo por el autor, alienta diez relatos –publicados en 1949- localizados en la España de los siglos XV y XVI, pero universales en intención y mensaje. Son narraciones intensas, de dramatismo punzante, escritas con una prosa sólida y sin concesiones, barnizada con un tono de época sugerente pero que no abruma al lector actual. Todos los relatos describen con dureza el torturado mundo interior de los protagonistas "usurpadores" y el trágico resultado de su acción. En "San Juan de Dios", la impostura se traduce en el contraste entre la violencia de dos nobles y la mansedumbre del santo. En "El doliente", "La campana de Huesca" y "El abrazo mortal", la ambición cortesana se revela brutal y contraproducente. Otro ángulo, insólita, para desacreditar el poder se utiliza en "El hechizado", donde se retrata con una estructura de resonancias kafkianas la decadencia del reinado de Carlos II: "uno de los cuentos más memorables de las literaturas hispánicas", según Borges. Desgarrador resulta el drama psicológico del obispo judío converso de "El inquisidor", que se va rompiendo por dentro hasta reventar en un final formidable. El libro se cierra con tres relatos extraños: los inquietantes "El prodigio", "El loco de fe y el pecador" y Diálogo de muertos", profunda y descarnada reflexión metafísica que el autor pone en forma dialogada en boca de los habitantes de un cementerio. Es el contrapunto y remate de un libro escrito con vigor, que deja el ánimo del lector impresionado y la soberbia humana al descubierto.